Un verdadero horno: calor extremo lleva los termómetros hasta los 30 grados en el centro norte de Chile
Una nueva onda de temperaturas extremamente altas se está dejando sentir por estos días en Coquimbo, Valparaíso y Santiago. ¿Habrá que acostumbrarse a esta nueva realidad?
Estas han sido las máximas de ayer: 31,6 ºC en Combarbalá; 31,1 ºC en Chincolco; 30,5 ºC en San Felipe; 29,8 ºC en el jardín botánico de Viña del Mar, según datos del Visualizador Meteorológico del (CR)2 (Vismet). 26,7 ºC en Quinta Normal (Santiago) según datos divulgados por la Dirección Meteorológica de Chile en su página de Servicios Climáticos.
No hemos viajado al futuro, al verano; seguimos en la primera quincena de agosto de 2023, se han pasado tan sólo 13 días del mes de agosto, por lo que queda poco más de un mes para que se de inicio a la primavera astronómica en el hemisferio sur.
Las altas temperaturas se están produciendo por la interacción de una dorsal en altura, una masa de aire con altas temperaturas en niveles medios de la atmósfera (a unos 3.000 m aproximadamente) que se proyecta desde el norte del continente, que además cuenta con el auxilio de la vaguada costera para hacer subir extraordinariamente las temperaturas en esta época.
Una situación parecida se vivió entre finales de julio y comienzos de agosto, en una ola de calor invernal que duró más de una semana, dejando a Santiago bajo temperaturas extremas por 8 días consecutivos, mientas que en el norte de Chile las temperaturas marcaban temperaturas máximas históricas, como el caso de Vicuña, que se anotó casi 40 grados en este último mes del invierno.
¿Nos tendremos que acostumbrar?
Desde hace ya varios años vemos los cambios en el terreno, cada vez más árido, del centro del país. La megasequía maltrata Chile por casi una década y medio, mientras observamos bajar el nivel de los embalses, reducirse año a año las nieves cordilleranas y de los glaciares, que han sido considerados reservas hídricas por muchísimo tiempo.
Y cuando hablamos que una lluvia no puede solucionar el problema no estamos tan equivocados. Lo vivimos este 2023, sí, ¿o ya se escapó de nuestra memoria los más de 500 mm de lluvias que cayeron en tan solo tres días sobre la zona central y que dejaron miles de casas damnificadas, desbordes impresionantes, vías y caminos comprometidos; y ríos de basura que bajaban por los causes que no veían, hace más de tres décadas, lluvias de aquella magnitud?
Y aquí estamos hoy, con prácticamente todas las estaciones meteorológicas monitoreadas presentando "menos lluvia de lo normal", un normal que se actualizó 'hacia abajo' no hace muchos años atrás, y que lo vemos reducirse cada día más.
¿Adaptarse para (sobre)vivir?
No hay que mirar muy lejos para ver los cambios. Esto se aplica no sólo a Chile central, que está nuevamente viviendo un nuevo episodio de calor extremo. Muy con pesar, me atrevo a decir que no hay rincón de Chile —y del mundo— en donde no nos detengamos a observar a nuestro alrededor y veamos evidencias de los cambios que están experimentando los entornos, ya sean ciudades, cordilleras, campos, bosques, costas. Todos los ecosistemas están sintiendo los efectos de haber tenido el julio más cálido de todos, y de seguir así, también un 2023 récord en temperaturas.
¿Parar de emitir gases de efecto invernadero ahora mismo nos ayudará? Muy probablemente no en una primera instancia, por que los efectos del acúmulo de calor y de contaminantes que elevan las temperaturas no se apagará así como apagamos la luz de nuestras casas. Estos gases continuarán en la atmósfera, acumulando —y liberando— calor por muchos más años.
Las acciones que hoy tomemos por contener el calentamiento global en 2 ºC —porque hablar de limitarnos al 1,5 parece cada día menos probable— tal vez las vean nuestros nietos, o los nietos de nuestros nietos. Si es que queda algo de naturaleza para en este planeta para poder (sobre)vivir.