Pandemia: un respiro para los ecosistemas costeros
En el contexto de la pandemia que sufrimos a nivel mundial, las cuarentenas sanitarias preventivas han provocado una disminución de la presión humana sobre los ecosistemas costeros, mejorado tanto la calidad del entorno como la cantidad de especies que vuelven a colonizar las costas.
Los efectos del COVID-19 a nivel mundial se están llevando toda la atención en el último tiempo, principalmente por la gran preocupación sanitaria que provoca. Y, mientras muchas naciones han decretado cuarentenas parciales o totales para evitar la crisis sanitaria, estas medidas están incidiendo también en otras áreas en las que no se había pensado. Una de ellas es la disminución de las personas en áreas de esparcimiento, lo cual cobra mayor relevancia en ambientes donde había una “coexistencia” entre las personas y el medio natural.
En países con grandes extensiones de costa, y en especial en aquellas donde el turismo es parte importante del desarrollo económico, esta desaparición temporal por efecto de las cuarentenas está devolviendo un aspecto más natural a estas zonas. Pero este “nuevo” aspecto no es sólo de ausencia de personas, sino que va más allá.
El cese de la presión antrópica sobre los ecosistemas abarca muchos aspectos. El primero es la desaparición de las actividades diarias que generan ruido y contaminación lumínica, y el segundo es la consecuente disminución de la contaminación directa por actividades marítimas y la disminución de la contaminación atmosférica por cese de emisiones, tanto industriales como debidas al transporte privado. Este respiro momentáneo se ha evidenciado en varias partes de mundo donde, en este escaso mes de ralentización de la vida humana, los ecosistemas marino-costeros se han visto revitalizados, han reducido sus niveles de contaminación e incluso se han vuelto a colonizar de especias que fueron desplazadas a raíz de los asentamientos y actividades urbanas.
En Chile también se han reportado esas mejoras ambientales, como por ejemplo la reaparición de aves costeras, la proliferación de poblaciones de crustáceos en las costas rocosas e incluso el aumento de bancos de peces en la zona norte del país.
¿Podremos volver a nuestras actividades cotidianas de la misma forma que antes del COVID-19?
La pregunta ahora es, ¿qué pasará cuando la amenaza del COVID-19 desaparezca y la humanidad pueda retomar sus actividades productivas? Y la respuesta no es sencilla, porque un cambio tan radical como el que se ha vivido ahora nos ha demostrado la gran rapidez de recuperación de ciertos ecosistemas. Sin duda la experiencia que vivimos ahora servirá a futuro para repensar las actuaciones que son necesarias globalmente en la lucha contra el cambio climático.
En definitiva, la aparición de una pandemia mundial nos ha demostrado qué tanta incidencia tenemos sobre los ambientes naturales, donde la presión humana sobre los ecosistemas ha desplazado a las especies nativas, impidiendo además el normal desarrollo de sus ciclos vitales. Una vez que las personas vuelvan al desarrollo habitual de sus vidas será necesario repensar el modelo de desarrollo y convivencia que tenemos con nuestro entorno, con el fin de conseguir una mayor armonía.