Descubren nuevo moái en Rapa Nui con la ayuda del cambio climático
No hay rincón en el mundo que no se vea afectado por el cambio climático, y Rapa Nui no es la excepción. Un nuevo moái, del que no se tenía registros oficiales hasta el momento, ha quedado al descubierto producto de los efectos del cambio del clima en la isla.
La isla Rapa Nui (Isla de Pascua) ubicada en el océano Pacífico a 3.600 km al oeste de la costa chilena, es afamada por sus 900 colosales estatuas de piedra volcánica, construidas por sus ancestros, conocidas como moáis, que miden entre 2 y 20 metros de altura.
Los moáis son hitos culturales muy reconocidos en el mundo, atrayendo a miles de visitantes para conocerlos, pero lamentablemente, estas figuras y el pueblo Rapa Nui, hoy están siendo cada vez más amenazados por el cambio climático.
Un moái diferente a los demás
Rapa Nui tiene un volcán llamado Rano Raraku desde hace 300.000 años, cuyo cráter está cubierto por agua, formando un lago producto de las lluvias acumuladas. Durante la última década, la falta de lluvias en la isla, hizo que el lago se seque y se expongan las profundidades, que estuvieron cubiertas de agua por siglos.
En octubre de 2022, un gran incendio consumió más de 100 hectáreas de pastizales, perjudicando a 80 moáis, por lo que, para analizar las consecuencias, un grupo de estudiantes de las Universidades de Chile, Andrés Bello y O'Higgins, viajaron a la isla para realizar una investigación geológica, en el fondo del cráter, colaborando con Ma’u Henua y Conaf.
El 20 de febrero, los estudiantes hallaron el moái en el cráter y los lugareños inmediatamente recordaron que personas mayores de la isla, mencionaron haber visto el moái en 1952, pero solo se mantuvo la información como una leyenda, ya que al pasar los años, nunca nadie más lo vió.
Pese al tiempo que estuvo sumergido, el nuevo moai, si bien ha sufrido deterioro por la erosión del agua, tiene rasgos reconocibles. Se cree pertenece a la rama del Hoa Hakananaiʻa, como el expuesto en el Museo Británico, de 2,4 m de altura: “Son similares en contextura y forma. Ambos son distintos a los colosos tremendos de la isla”, dice Atan Hito, vicepresidente de Ma’u Henua.
Se abren nuevas posibilidades de investigación
El descubrimiento podría abrir nuevas líneas investigativas sobre la historia de la isla y sus ancestros, pero sobre qué hacer con el nuevo moái ha abierto un debate en Rapa Nui.
El alcalde, Pedro Edmunds, sostiene que “no hay memoria reciente de un descubrimiento como este. En la isla hay dos posturas respecto a esto: quienes creen que no hay que alterar la escultura y dejar que los ancestros descansen en paz, y quienes quieren investigarla científicamente”.
“Entendiendo que la ciencia es la única forma de comprender más sobre cómo y cuándo la construyeron, porque todo eso quedó en un gran misterio, en este caso en particular, algunos queremos dejar las cosas como están”, plantea el alcalde.
Hito cree que hay que separar lo que el pueblo siente y cree, de lo científico: “Podemos hablar mucho sobre esto, pero los datos científicos nos ayudan a instalarnos en el tiempo y conocer la antigüedad de la escultura”. De todas formas, señala, las investigaciones requieren recursos que la comunidad Ma´u Henua no tiene.
Pero como la isla es patrimonio de la humanidad, declarada por la UNESCO a mediados de la década de 1990, Hito cree que la responsabilidad de los estudios no solo depende de la administración del parque o del Estado, sino del mundo entero.
¿Qué tiene a ver el cambio climático con el nuevo moái?
Desde que los habitantes de la isla tienen memoria, el cráter del volcán ha albergado en su interior un lago de agua dulce, pero desde hace aproximadamente 5 años, comenzó a desaparecer debido a la disminución de las lluvias. Hito dice que: “Treinta años atrás, la pluviometría de Pascua era de 2.400 mm de agua anuales y hoy está en 1.200 mm”.
Como vemos, la isla no está ajena al cambio climático, y además hoy se enfrenta al aumento del nivel del mar, inundaciones por tormentas, la posibilidad de tsunamis. Todo esto hace que los moáis se vuelvan más vulnerables.
Además, la falta de lluvias y altas temperaturas han traído como consecuencia suelos secos, propensos a incendios forestales. La sobrepoblación también preocupa a los habitantes, debido a que estos efectos están acabando con el legado de la isla y con la economía del lugar.