Día Mundial de los Océanos: ¿Cómo mejoramos este corazón enfermo?
Los mares acogen la mayor parte de la biodiversidad del planeta, sin embargo, apenas el 7% de las áreas marinas están protegidas. ¿Por qué sabemos tan poco de ellos? ¿Cómo debemos avanzar hacia su conservación?
“Sabemos más sobre la superficie de la Luna que de la profundidad de los océanos”. Esta es una de las frases que grafica la prioridad histórica del ser humano que ha intentado resolver con obsesión los misterios de lo que existe más allá del cielo. Y en hora buena. Pero se requiere con urgencia que esa inquietud, ese interés y esos recursos también se vuelquen hacia la búsqueda del conocimiento de los mares.
No hay planeta B, por lo tanto, en el Día Mundial de los Océanos la invitación es a relevarlos al sitial que se merecen, porque sin ellos, la vida no es posible sobre la Tierra. Los mares son el sostén de nuestra existencia, y, pese a esto, es poco y nada lo que sabemos de ellos, menos aún, de su protección.
En cada inhalación que realizamos, la mitad de ese oxígeno proviene de los mares. Los océanos absorben más del 90% del calor que recibe la Tierra, inciden en el ciclo del agua, rigen el tiempo atmosférico, moldean el clima, absorben más dióxido de carbono que los bosques tropicales, acogen más del 90% de todas las formas de vida del planeta, y un largo etcétera.
El 90% del comercio del mundo se transporta por los océanos. El 40% de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros de la costa, de hecho, 3 de cada 4 megaciudades se ubican junto al mar. Los océanos son el corazón de nuestro planeta: Poderosos, inmensos, activos, pero muy vulnerables a nuestras acciones. Demasiado.
A la acción
“Con el 90% de las poblaciones de peces grandes mermadas y el 50% de los arrecifes de coral destruidos estamos extrayendo más del océano de lo que se puede reponer. Para proteger y preservar el océano, y todo lo que sustenta, debemos crear un nuevo equilibrio, arraigado en la verdadera comprensión del océano y cómo la humanidad se relaciona con él”, instan desde Naciones Unidas (ONU).
En el contexto de la pandemia por la COVID-19 que aflige a la humanidad, el chileno más influyente en la conservación de la vida marina en el mundo, Maximiliano Bello, afirmó a través de un artículo suyo en El Mostrador que “a diferencia de este virus catastrófico, que ha puesto de rodillas a la humanidad, este se irá y desaparecerá tal como lo hacen las tormentas; en tanto, el océano ha estado y seguirá estando ahí por siempre, a pesar que en muchas ocasiones ha sido ignorado, invisibilizado, contaminado y sobre explotado por la humanidad. Ello, en una gran medida por la falta de responsabilidad de quienes tienen el mandato público de protegerlo y cuidarlo”.
¿Hacia dónde avanzar? “Debemos volcarnos nosotros, y por cierto los líderes y autoridades, hacia un verdadero accionar, en todo ámbito de sus competencias, considerando que Chile cuenta con una de las 10 zonas económicas exclusivas más grande del mundo”, describe Bello en su columna “Avanzar hacia un balance real entre conservación y uso sustentable porque vendrán otras tormentas”.
“Hay que aumentar esfuerzos por disminuir emisiones, avanzar en mitigación y adaptación al cambio climático, liderar la protección del 30% del océano en Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), impulsar en la ONU la creación de gobernanza en la alta mar que resguarde su biodiversidad. Proteger la Antártica, dar continuidad a los esfuerzos de conservación en la Patagonia y en las áreas marinas protegidas a lo largo de Chile; no aceptar proyectos de inversión que sean nocivos para el ambiente terrestre y marino. En definitiva, enfocarse en un trato real y efectivo que permita el balance entre conservación y uso sustentable del océano”, invoca el chileno que está entre los 100 latinos más influyentes en la acción climática.
Áreas Marinas Protegidas
Los océanos de nuestro planeta están bajo una presión cada vez mayor por la pesca excesiva y otras actividades humanas. Consumimos el 31% de las poblaciones de peces en niveles insostenibles, en gran por las actividades ilegales o no declaradas.
Además de la pesca intensiva, la contaminación marina, la destrucción del hábitat, la acidificación de los océanos, el alza en las temperaturas oceánicas y el derretimiento del hielo marino afectan negativamente la biodiversidad y los ecosistemas.
Por lo mismo surgieron las Áreas Marinas Protegidas (AMP) que son zonas de tierra y/o mar dedicadas a la protección y el mantenimiento de la diversidad biológica y de los recursos naturales, culturales y económicos asociados. El tema es que, según la ONU, sólo el 7% de los océanos están dentro de las AMP.
En Chile, “el 90% de la superficie marina protegida se concentra en tres eco-regiones: Archipiélago Juan Fernández, Islas Desventuradas y Rapa Nui. Lo restante, corresponde a AMP establecidas en el borde continental y que aportan marginalmente a la representatividad de otras eco-regiones marinas del país. Y a pesar de que Chile ha registrado importantes avances en cuanto a la protección de zonas marina en los últimos años, todavía existen brechas asociadas, entre otras cosas, a su implementación, representatividad y desigualdad de cobertura”, sostiene la Fundación Terram.
Los océanos son el corazón de la Tierra, un corazón que estamos enfermando. Necesitamos saber más de ellos, conocerlos; pero también relevarlos al sitial que les corresponde, protegerlos, conservarlos; porque de su estado de su salud depende la vida de todos en este planeta.