En el “Chernobyl” de Chile cierran las escuelas, no las industrias
Los niños de Quintero y Puchuncaví están en sus casas en pleno periodo de exámenes, ya que sus escuelas cerraron por una semana. ¿Por qué? Porque las industrias deben seguir funcionando en post del “progreso”. Esta es la historia del “Chernobyl” chileno.
Los niños y los jóvenes de las comunas de Quintero y Puchuncaví se encuentran en sus casas en pleno periodo de exámenes a sólo semanas de concluir el primer semestre de estudios. Sus escuelas cerraron por una semana. ¿Por qué? Porque las industrias deben seguir funcionando en post del “progreso”.
Las industrias, en los hechos, tienen más derechos que los estudiantes en ese lugar de Chile. Las fábricas, acinadas en esa zona, contaminan el aire, el agua y el suelo; pero todo dentro de los marcos legales.
Son los niños los que deben dejar sus aulas para seguir respirando el mismo aire viciado, bebiendo la misma agua envenenada y pisar el mismo suelo saturado de contaminantes, pero en sus casas.
¿Qué pasó? Lo de siempre. Severos episodios de contaminación del aire en días casi sucesivos originaron la intoxicación masiva de niños y jóvenes, quienes debieron acudir a los centros de salud con dolores de cabeza, estómago, mareos y vómitos.
Esta vez los índices de dióxido de azufre (SO2) cuadriplicaron la norma de emisiones máxima permitida, superando los 1.300 microgramos por metro cúbico de este gas irritante y tóxico. Por lo que la autoridad decretó emergencia ambiental y las escuelas cerraron.
¿Ahora sí?
La Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) dictó medidas provisionales contra seis empresas de la bahía de Quintero por estos episodios: Planta Gasmar Quintero, Terminal de Asfaltos y Combustibles Enex, Terminal Marítimo de Quintero Copec, Terminal Marítimo de Enap, Terminal Marítimo GNL Quintero y Terminal Marítimo Oxiquim.
Todas estas fábricas emiten Compuestos Orgánicos Volátiles (COVs) y tienen medidas establecidas en el Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica (PPDA) de la zona. Estas acciones “limitan su actividad productiva, sin perjudicar el abastecimiento primario” dijo el superintendente del Medio Ambiente, Emanuel Ibarra. De primarios, entonces, lo estudios no van.
"Este tema me preocupa y me ocuparé personalmente", sostuvo la ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas, al encabezar una serie de reuniones que debiesen desembocar en medidas más restrictivas para las industrias.
Ojalá esta vez sí, porque hasta ahora poco y nada se hecho en 6 décadas. Tanto así que, a 3 años de una contundente resolución de la Corte Suprema, el escalón más alto de la justicia en Chile, en el que falló a favor de las comunidades de Quintero y Puchuncaví; aún no se sabe de la implementación de las 15 medidas que dictó.
El “Chernobyl” chileno
Quintero y Puchuncaví son dos comunas costeras vecinas, ubicadas 160 kilómetros al noroeste de Santiago, en la Región de Valparaíso. Históricamente esta fue una zona agrícola y pesquera, hasta que en 1954 llegó la primera industria al lugar, se trató de la Empresa Nacional de Petróleo (Enap).
En 1961 se inauguró el Parque Industrial Ventanas, por lo que en los años siguientes arribaron las termoeléctricas y la fundación de cobre estatal, hoy, Codelco. Así, para fines de la década del ‘60, los daños producto de la contaminación ya eran evidentes.
Hoy, en sus 6 kilómetros de costa, la bahía de Quintero registra el cordón industrial más grande del país. Una quincena de fábricas, pegadas unas al lado de otras, han contaminado el mar, el agua dulce, el aire, los suelos y la vida de las casi 50 mil personas que viven en estas comunas.
Estas son: Central termoeléctrica Enel, Terminal Marítimo Copec, Terminal Marítimo GNL Quintero, Empresa Nacional del Petróleo (Enap), planta Gasmar, terminal marítimo Oxiquim, fundición y refinería Ventanas de Codelco, Puerto Ventanas SA, termoeléctricas AES Andes, (ex AES Gener), acopio de carbón Catamutum, acopio y molienda de cementos Melón, terminal de combustibles y asfalto PACSA, (ex Cordex), minera Montecarmelo, entre otras.
¿Con qué fin? En nombre del “progreso”. Aunque resulte increíble, en Chile existen las inhumanamente llamadas “zonas de sacrificio”. Estos son lugares habitados por personas vulnerables social y económicamente, que reciben peligrosas concentraciones de contaminación debido a las industrias.
¿Qué contaminantes? Podríamos escribir páginas y páginas enumerándolos, pero, entre otros, hablamos de nitrobenceno, metilcloroformo, arsénico, tolueno, metales pesados, dióxido de azufre, carbón, petróleo, en fin, los contaminantes más peligrosos para la salud de las personas y de su entorno. Todo, en un solo lugar.
¿Hay más zonas de sacrificio? Por supuesto, Quintero y Puchuncaví no son las únicas. También lo son Tocopilla y Mejillones en la Región de Antofagasta, Huasco en Atacama y Coronel en Biobío.
Zonas de sacrificio, inhumanas, pero legales. “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos” versa la Constitución de Chile en su artículo 1, el cual aquí no aplica.