La humanidad puede convertirse en prisionera de la basura espacial
Con el avance de la tecnología y tantos nuevos descubrimientos científicos, la basura espacial dejada en órbita está aumentando en los últimos años. Esta enorme cantidad de basura alrededor de la Tierra puede transformar la humanidad en una prisionera.
La basura espacial dejada en órbita se puede transformar en una terrible armadilla. Con su absurdo aumento en los últimos años, puede encapsular la humanidad en el planeta, transformándonos en prisioneros de nuestra propia basura. Al final, no existe un "allá afuera" para dejar todo lo que se transforme en obsoleto e inútil a los ojos del hombre.
Alice Gorman, arqueóloga espacial y profesora de la Universidad Flinders en Australia, relata que el actual problema enfrentado es la cantidad y la continuidad de objetos colocados en órbita, que muchas veces se arruinan, paran de funcionar, o chocan entre si, dejando más fragmentos que pueden colidir con otros objetos.
Los detritos alrededor del planeta serán tantos que no será seguro realizar misiones espaciales, o sea, en el entusiasmo por explorar el Universo, la humanidad puede quedarse enclaustrada en la Tierra.
Nube de basura
Los siete habitantes de la Estación Espacial Internacional (EEI) llevaron un gran susto no hace mucho, cuando, el 15 de noviembre de 2021, fueron despertados luego que la agencia espacial norteamericana (NASA) iniciara un protocolo de seguridad.
El alerta hizo con que los astronautas fuesen movidos hacia la nave en que llegaron al espacio, debido a que una nube de basura detectada pasaría cerca de la EEI, colocando en riesgo la vida de los tripulantes.
El Pentágono confirmó que los fragmentos que produjeron la nube de basura habían sido generados por un teste anti satélite llevado a cabo por Rusia, en ese mismo día; esto fue considerado como una actitud irresponsable por el Departamento de Estado norteamericano. Cerca de 1.500 fragmentos rastreables fueron detectados.
Luego del comunicado, el Ministerio de Defensa ruso dijo que no había posibilidades de una colisión entre los destrozos de la prueba y otros objetos en órbita -incluyendo la EEI.
La humanidad en una prisión espacial
En 1978 una teoría fue creada por un científico de la NASA Donald J. Kessler, en la cual se indicaba el peor escenario que podría suceder en el espacio: el número de colisiones de fragmentos sería tan grande, que llevaría al denominado Síndrome de Kessler.
Según el científico, la basura espacial en la órbita terrestre baja sería tanto que los choques entre los fragmentos generarían un efecto cascada. Una vez que esto ocurriera, las capas más bajas de la órbita terrestre se volverían completamente inutilizables. El gran problema de esto es que los satélites utilizados para comunicación, GPS, monitoreo terrestre, entre otras funciones, se encuentran exactamente ahí.
Peligros reales
A pesar de los alertas y puntos negativos apuntados, la posibilidad de que suceda algo de este tipo continúa siendo remota. Naelton Mendes de Araújo, astrónomo de la Fundación Planetario de la Ciudad de Río de Janeiro, destaca que las imágenes de simulaciones de la basura espacial muestran que el planeta está prácticamente en un enjambre denso de fragmentos, pero en realidad gran parte de ellos son muy pequeños y están muy distantes unos de los otros.
A pesar de esto, el científico deja claro que es posible que ocurran accidentes, y cita que en febrero de 2009, el satélite norteamericano Iridium 33 y el ruso Kosmos-2251 chocaron a una velocidad de 42.120 km/h, lo que resultó en la destrucción de ambos y en la formación de, al menos, 1.000 fragmentos con más de 10 cm. En 2011, la EEI tuvo que realizar una maniobra para evitar la colisión con estos destrozos.
Los científicos no se preocupan tanto con los fragmentos mayores y sí con los pequeños, que son mucho más difíciles de detectar, volviéndolos también complicados de ser evitados ante una colisión con objetos en órbita.
Actualmente la NASA estima que existen cerca de 100 millones de fragmentos de basura espacial con más de un milímetro de diámetro, a diferentes altura de la órbita terrestre. Los astrofísicos temen que ese número crezca descontroladamente, dado los miles de satélites de empresas privadas previstos a ser lanzados en los próximos años.