El océano se seca: la imperiosa necesidad de proteger el 30% a 2030
Los invitamos a dejar la ‘ceguera oceánica’ que nos afecta para que abramos los ojos hacia un mundo fundamental para la existencia de la vida. Aumentar las Áreas Marinas Protegidas, acabar con los subsidios a la pesca de arrastre o a la salmonicultura son medidas que se hacen perentorias.
El océano se seca y con él, la vida. Se seca, no porque se le acabe el agua, sino por la contaminación, la sobreexplotación y el calentamiento global causados por una de las especies que más beneficios recibe de él. Y lo peor es que no nos damos por enterados ante la “ceguera oceánica” que padecemos, tal como lo califica Catalina Velasco en su libro “Vida sumergida”.
Por eso en el Día Mundial de los Océanos (8 de junio), Naciones Unidas (ONU) intenta relevarlo con el lema: “Revitalización, acción colectiva por el océano”. ¿Qué significa revitalizar? “Dar a algo nueva vida o actividad, especialmente, después de un período de deterioro o inactividad”.
“La peor amenaza para la salud del océano y, por tanto, para nosotros, es nuestra ignorancia” sostiene Sylvia Earle, destacadísima exploradora oceánica y fundadora de Mission Blue.
El océano cubre el 71% de la superficie del planeta y la vida que acoge produce, por lo menos, el 50% del oxígeno que respiramos. La mayor parte de la biodiversidad interactúa bajo el agua salada, pero esa riqueza está amenazada. Riqueza por la vida, no por su equivalencia en millones de dólares una vez muertos como acostumbramos a valorizar los mal llamados “recursos” naturales.
“Con el 90% de las grandes especies marítimas de peces mermadas y el 50% de los arrecifes de coral destruidos estamos extrayendo más del océano de lo que se puede reponer”, resaltan desde la ONU.
Protección del 30% de los océanos al 2030
“Debemos lograr la protección del 30% de los océanos al año 2030”, empuja Maximiliano Bello, el chileno más influyente en la lucha por la conservación de la biodiversidad marina en el mundo.
Luego enumera otros objetivos tan importantes como el primero: “Protección de la Antártica, pero más allá de la tierra, también de sus aguas. Acabar con los subsidios a las grandes pesqueras de arrastre que siguen sobrepescando alrededor del mundo. Si lo hacemos podría recuperarse más del 12% de la biomasa global en los océanos. Relevar la función de los océanos en el contexto de cambio climático”.
El 90% de las reservas pesqueras del planeta están sobreexplotadas debido a que una docena de naciones subsidian estas faenas, por lo que tienen la capacidad de llevar sus barcos a cualquier parte del mundo.
“Las Áreas Marinas Protegidas (AMP) son un patrimonio de todos. Muchos te dicen: ¡pero como vamos a crear un AMP si no tenemos dinero para cuidarlas! Una de mis respuestas es: Usted tiene una industria pesquera, ¿usted no la cuida? ¿Usted no invierte en ella? ¿No le da subsidio? O sea, no podemos ocuparnos de una cosa y a la otra darle la espalda, entonces, hay que cambiar nuestro modo de operar. Siempre la conservación ha sido el hermano pobre de todo; pero la naturaleza, la biodiversidad, los servicios ambientales, también tienen un precio. O cuando se mata un pez ¿recién tiene un valor? Pero ¿cuál es el valor real que tiene ese pez cuando está vivo en el agua? No lo contabilizamos”, explica Bello.
“Desde la infancia se ha enseñado que Chile es una ‘larga y angosta faja de tierra’, una noción que nos provoca esta ceguera oceánica. Chile es más Mar que Tierra. Posee una costa que en línea recta mide más de 5.300 kilómetros, pero con un contorno de costa que supera los 83.500 kilómetros; extensión que equivale a recorrer dos veces el planeta por la línea del Ecuador. Además, ejerce soberanía sobre una Zona Económica Exclusiva de 200 millas náuticas. En las áreas oceánicas circundantes a los archipiélagos e islas polinésicas son 350 millas náuticas, lo que significa que el 80% de Chile es maritorio, y solamente el 20% es territorio”, revela el biólogo marino, Paúl Gómez-Canchong, en su columna “Los peligros de la ceguera oceánica”.
Salmonicultura
“Hay mitos o mentiras de la salmonicultura que es importante derribar”, apunta Max Bello y los enumera:
- “Que los salmones nos hacen bien. Pero si los ácidos omegas los puedes encontrar incluso en otras partes de la naturaleza. El salmón no es más sano, incluso, pueden llegar a no serlo por la cantidad de químicos que les ponen”.
- “Que los salmones le iban a quitar presión a la extracción de otros recursos en el océano. Resulta que el 99% de la salmonicultura funciona en base a harina de pescado, es decir, capturan peces libres, ojalá muy ricos en aceite (anchoveta, sardina, etc.) y se los dan a los salmones”.
- “Los salmones son importantes para la seguridad alimentaria. No, porque no los consumen la gente pobre que necesita esa proteína. Quienes lo comen son personas que tienen dinero y no problemas alimenticios”.
“La salmonicultura tiene que salir del agua”, enfatiza Bello para agregar que “si tú quieres seguir consumiendo ese pez caro, deberás pagar un precio más alto, porque costará más producirlo en tierra con un sistema circular. Ese podría llegar a ser el salmón sustentable”, aconseja.
“En la Patagonia hemos sacrificado grandes extensiones en dónde la industria ha crecido en base a la externalización de los impactos, es decir, ellos no asumen parte de los costos, sino que los pagamos nosotros y el ambiente. Pero si a ese ambiente le pusiéramos un valor, seguramente sería mucho más alto que el invertir o subsidiar a la industria salmonera”, cierra.