¿Están preparados? Las lluvias estivales se toman el altiplano chileno
A las precipitaciones habituales se suma el fenómeno La Niña, el cual facilita el aporte de humedad para el desarrollo de las tormentas en las alturas al interior del norte grande. Especialista advierte de los riegos que eso implica.
“La Niña se manifiesta en Chile generando un aumento de las precipitaciones en el altiplano”, afirma parte del más reciente informe de climatología de la Dirección Meteorológica (DMC) en el que se confirmó la presencia de este fenómeno en el océano Pacífico central y su implicancia en la atmósfera.
La Niña es sinónimo de menos lluvias en el centro-sur del país durante la primavera y el verano, pero aumenta la posibilidad de mayores precipitaciones en el altiplano con el consiguiente riesgo de aluviones, escurrimiento de agua y sedimentos por las quebradas y el aumento sorpresivo de los caudales de los ríos.
Este último punto es el que más preocupa teniendo en cuenta que La Niña coincide con la época de las lluvias estivales al interior del norte grande. Por eso urge la activación de “alertas y educación aluvional”, advierte desde Antofagasta, Francisca Roldán, geóloga e integrante del Centro de Investigación para la Gestión Integrada de Riesgo de Desastres (Cigiden).
En el norte abundan las cuencas hidrográficas que bajan desde el altiplano hasta la costa. Habitualmente están secas, pero se activan durante los veranos por las lluvias estivales. ¿Cómo mitigar la opción de desastres ante eventos extremos? Según la especialista, “se ha demostrado que las piscinas decantadoras son efectivas para muchos casos de precipitaciones, pero es un error pensar que resistirán a todo nivel de intensidad de lluvias, aporte sedimentario y material antrópico de las quebradas”.
“Lo ideal es complementar estas medidas de mitigación con alertas preventivas, estudios que permitan obtener el tiempo de respuesta de las cuencas y, controlar y disminuir la cantidad de materiales antrópicos presentes en la ciudad y las zonas de extracciones de áridos. Se requiere de campañas de educación aluvional, difundir los mapas de amenazas existentes para tener una población más preparada”, apunta Francisca Roldán, académica de la Universidad Católica del Norte.
Otro punto relevante es la interacción con las comunidades. “Entrevistar a las personas afectadas nos entrega información sobre las características propias del evento aluvional. Se debe tomar en consideración que no siempre tenemos información meteorológica detallada disponible y, por ende, el testimonio de la comunidad es vital”, recalca la geóloga.
¿Por qué llueve tanto en el verano?
El régimen de lluvias en el altiplano (4 mil metros de altitud) es distinto al que conocemos en el resto del país. Mientras gran parte del territorio es sofocado por el calor veraniego, en las alturas del norte se genera un fenómeno sorprendente. “Nuestro continente es grande y durante el verano se vuelve un hervidor”, sostiene el meteorólogo DMC, José Vicencio, en el artículo “Tormentas en el altiplano: Un verano fuera de lo común”.
“El calor excesivo se concentra en sectores de Brasil, Argentina, Bolivia y Paraguay formando un sistema de baja presión generalizado. En esta zona el aire comienza a ascender a través de un proceso llamado convección”, ilustra el especialista.
Entonces, por el calor y la humedad, se genera un festín de tormentas en el corazón de Sudamérica, pero ¿cómo llegan hasta las alturas andinas si habitualmente la cordillera es una barrera casi infranqueable?
Para ello es necesario que el viento haga subir la humedad hasta el altiplano. Aquí entra la Alta de Bolivia, la cual “sufre intensificaciones y debilitamientos, así como movimientos hacia el norte y el sur. Cuando el flujo de aire en niveles altos es mayormente desde el Este, se produce un arrastre de la humedad y de convección hacia las alturas. La humedad finalmente llega a una de las regiones más altas del planeta y es capaz de producir intensas precipitaciones”, detalla Vicencio.