¡Ofertón 2x1! Compra ropa a la moda y convierte el desierto en basural
El fast fashion o moda rápida consiste en incentivar el consumo compulsivo de prendas de vestir de mala calidad, bajo costo y lejano origen. No sólo con ropa nueva, sino que también de segunda mano. Esta tendencia está generando nuevas zonas de sacrificio en Chile.
“… ya comenzó la cuenta regresiva. No será pasado mañana, ni mañana, pero ocurrirá pronto. Tan pronto como comencemos a preguntarnos quién hace nuestra ropa y nos convirtamos en consumidores responsables y conscientes. Esa tendencia, no me cabe duda, dominará nuestro consumo futuro. Anoten: el final de la moda low cost está cerca”, vaticina en su libro “El nuevo vestir” la periodista chilena e investigadora de modas, Sofía Calvo.
Ojalá esa predicción se haga realidad lo antes posible, porque mientras tanto surgen nuevas zonas de sacrificio en el desierto de Chile debido al desenfrenado consumo de prendas de vestir de mala calidad, desechables, de poco uso, lejano origen, contaminantes y que se fabrican en precarias condiciones para las personas que trabajan en ellas.
¿Qué tienen en común un ser humano explotado laboralmente por la industria textil en Bangladesh (Asia) y un vecino de Alto Hospicio, provincia de Iquique, en Chile? La ropa que forma parte del fast fashion o moda rápida o moda chatarra. Allá son esclavizados para su fabricación y acá son condenados a vivir en medio de la basura tras ser desechada.
Chile es el mayor importador de ropa usada en Latinoamérica. “La ropa usada tiene un lado B y nuestro país la importa de manera compulsiva. El 70% de la ropa usada que ingresa por el norte del territorio termina en vertederos ilegales en el desierto. ¿Por qué? Porque importamos fardos de ropa que son cada vez de peor calidad, por lo que se rescata menos de ellos y, entonces, lo que sobra lo botan en lugares de manera ilegal como, por ejemplo, en Alto Hospicio (Tarapacá)”, sostiene la administradora del sitio www.quintatrends.com.
“Nuestra impulsividad por vestirnos a la moda está generando zonas de sacrificio”, enfatiza Sofía Calvo. Lo cierto es que Chile se ha convertido en el basurero clandestino de la ropa que se compra, se viste y se desecha en Estados Unidos, Europa y Asia.
Se estima que al menos 39.000 toneladas de ropa terminan como basura en las cercanías de Alto Hospicio, uno de los destinos para las prendas de segunda mano o que ya no son la moda en las grandes tiendas.
Un camión por segundo
En el mundo, por segundo, se quema o se envía a la basura el equivalente a un camión repleto de ropa. Una persona promedio compró un 60% más de prendas de vestir en 2014 que en 2000. Las cifras del consumo de vestimentas impactan y, aún más, lo hacen las huellas ecológica, hídrica y social que implica este mundo de la ropa desde su fabricación hasta que termina su breve vida útil en los vertederos ilegales.
Huella hídrica de la moda: el agua que no vemos.
"El fast fashion o moda rápida es un modelo de negocios que busca captar las tendencias de la temporada para crear ropa con materiales baratos, que en general derivan de los combustibles fósiles (plásticos) como el poliéster, y responder a las micro tendencias del mercado”, explica Sofía Calvo.
“La idea es crear rápidamente muchas colecciones, en promedio 52 al año, para llevarlas a los puntos de distribución e incentivar a las personas con estas novedades permanentes a que compren, y no de manera reflexiva, sino que de forma impulsiva. En síntesis, es lograr en procesos lineales poner novedades en el mercado a un bajo costo productos de mala calidad para que esto se repita una y otra vez con ropa que no dura mucho”, revela la especialista.
Chao ofertas y liquidaciones
El 55% de la ropa usa poliéster (sintético) y el 40% algodón (natural), estas son las materias primas básica del vestir. El poliéster es plástico que deriva del petróleo, es decir, de los combustibles fósiles; mientras que el algodón utiliza mucha agua en su producción y químicos para mejorar su rendimiento. El tema es que no hay investigaciones que nos revelen qué pasa con esos químicos en contacto con nuestros cuerpos a través de las prendas de vestir.
Las materias primas de la ropa aportan 25% de la contaminación de la industria y son responsable del 20% del desperdicio total de agua en el mundo. Una prenda de vestir puede tardar más de 200 años en biodegradarse y es tan tóxica como los neumáticos o como los plásticos. Su fabricación, junto con la del calzado, contribuye con el 8% de los gases de efecto invernadero (GEI).
Se estima que una persona sólo utiliza el 20% de la ropa que tiene en su ropero. “Es un círculo vicioso que no tiene que ver con la necesidad biológica de vestirse, sino que con una necesidad cultural que nos ha sido impuesta y que hemos normalizado”, apunta Sofía Calvo.
¿Qué debemos hacer ante este escenario tentador de ropa barata y a la moda? “Debemos exigir que se hagan mejor las cosas en materia ambiental y social. Se estima que con 14 prendas puedes vivir bien, vean cuánto de lo que tenemos estamos usando. Lo primero es evitar el comprar. Pensemos en intercambiar ropa, repararla, embellecerla para volver a usarla”, recomienda la autora de “El nuevo vestir”