Otoño en la ciudad: ¿Por qué necesitamos árboles que no pierdan las hojas esta temporada?
Llegó el periodo en que las calles comienzan a llenarse de hojas, sobre todo en las ciudades, donde la mayoría de los árboles son caducifolios, a pesar de que más del 85% de los árboles nativos en Chile son siempreverdes.
Hasta un 80% de los árboles de la zona urbana de Chile botan sus hojas en otoño, perdiendo color en las copas y llevándolo a los suelos durante la temporada más fría del año.
Árboles como los liquidámbar (Liquidambar styraciflua), los plátanos orientales (Platanus hidrido), los ginkgos dorados (Ginkgo biloba) y los arces (Acer negundo) van pasando por distintos tonos de amarillo, naranja y rojizo, hasta quedar solo en ramas. Lo mismo ocurre con las acacias (Robinia pseudoacacia), las sóforas (Styphnolobium japonicum) y los álamos (Populus nigra y Populus deltoides), entre otras especies.
“Nuestras ciudades tienen un arbolado ornamental que no representa la vegetación que originalmente había en el sector en la cual está inserta. La mayoría de la arboleda es introducida y de diversos orígenes, principalmente de Europa y Norteamérica. Esta es, en general, de hoja caduca, lo que significa que en invierno no tienen hojas y que están totalmente desnudos en estado de latencia”, explica Gloria Rojas, curadora e investigadora de Herbario SGO del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN).
“Justamente en las ciudades en las que se concentra gran población y son más contaminadas, no disponen de una arboleda que mitigue la contaminación y que aumente la producción de oxígeno”, subraya.
La influencia de las hojas en invierno
Los inviernos en la capital y varias comunas del país, suelen venir acompañados con varios episodios de contaminación atmosférica. El uso de leña para calefacción y ciudades en cuencas geográficas donde se encapsula el aire contaminado, están entre las principales causas de esta acumulación de contaminantes. Y los árboles con hojas perennes podrían ayudar a disminuir la cantidad de partículas durante todo el año.
Años atrás, estudios encabezados por investigadores de la Universidad de Santiago detectaron que las especies nativas no solo son más adecuadas en términos de requerimientos de agua, sino que también combaten mejor la contaminación en la ciudad.
Los árboles que retienen sus hojas durante el invierno, pueden capturar pequeñas partículas producidas por la contaminación. Especies ornamentales como el ligustro (Ligustrum lucidum) o el laurel en flor (Nerium oleander), son más eficientes en la retención de partículas atmosféricas y podrían aumentar el efecto mitigador entre un 10% a 20%.
“Una arboleda siempreverde en invierno, mejorará la calidad del aire, retendrá el polvo en suspensión, consumirá CO2, producirá más O2, disminuirá los ruidos ambientales, atraerá abejas, mariposas y otros insectos, aves, lagartijas, y otros seres vivos. Contribuirán a formar un corredor biológico. Por otro lado, esta flora poliniza por insectos y aves, siendo su producción de polen baja, es menos probable que cause alergias”, explica Gloria Rojas.
Se refiere a árboles nativos como el peumo (Crytocarya alba), el quillay (Quillaja saponaria), el maitén (Maytenus boaria), la patagua (Crinodendron patagua), el belloto del norte (Beilschmiedia miersii), el litre (Lithraea caustica) y el molle (Schinus molle), entre otros. Incluso especies introducidas como el gomero (Ficus elastica) y el alcornoque (Quercus suber).
“Debemos plantar más de hoja perenne, para tener hojas funcionales en invierno: eso es que hagan fotosíntesis, captar anhídrido carbónico y producir oxígeno”, agrega la especialista en botánica.
Diversidad de hojas en su hábitat natural
Pese a sus ventajas y a que más del 85% de los árboles nativos en Chile son de hoja perenne, en las ciudades, generalmente, los escogidos son exóticos y de hoja caduca, representando entre el 60% y el 80% de los árboles urbanos, en algunos casos, indica Sergio Donoso, académico del Departamento de Silvicultura y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile.
Por zona geográfica, podemos encontrar una gran variedad de especies que no pierden sus hojas en invierno, porque es lo más eficiente para cada zona. En el norte son comunes las queñoas (Polylepis tarapacana), en la zona central, el litre (Lithraea caustica), el quillay (Quillaja saponaria), el peumo (Crytocarya alba) y el boldo (Peumus boldus); en la zona centro sur la araucaria (Araucaria araucana), el alerce (Pinus cupressoides), la tepa (Laureliopsis philippiana), el olivillo (Aextoxicon punctatum), el lingue (Persea lingue) y el laurel (Laurelia sempervirens), entre otras, mientras en el sur, el ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum), el coihue de Magallanes (Nothofagus betuloides) y el canelo (Drimys winteri).
La pérdida de hojas en la naturaleza, por otro lado, también es necesaria. “En los bosques caducos, donde dominan robles (Nothofagus obliqua), raulíes (Nothofagus alpina), hualos (Nothofagus glauca), lengas (Nothofagus pumilio) y ñire (Nothofagus antarctica), al perder sus hojas en invierno, las lluvias llegan de forma más directa al piso del bosque, permitiendo disponer de mayor agua.
También, el microclima del bosque, se asemeja más a las condiciones ambientales fuera del bosque, pues hay una menor capacidad de atenuar las variaciones de temperatura, como lo puede hacer un bosque perenne”, explica Donoso.
Para el académico de la Universidad de Chile, ambos tipos de árboles tienen ventajas en ciertos contextos. “En los espacios urbanos, se tiende a preferir árboles caducos, pues en invierno permiten tener más luz y mejorar la temperatura los días soleados. Como efecto adverso, es que las hojas que caen pueden obstruir las evacuaciones de agua lluvia. En los espacios rurales, es preferible establecer árboles que estén adaptados a las condiciones ambientales de la zona y a las necesidades de la gente, pudiendo ser caducos o perennes”, sostiene.