¿Por qué la justicia social y el clima son inseparables?

La crisis climática no afecta a todos por igual: ¿qué pasaría si resolver las injusticias sociales fuera el primer paso para salvar nuestro planeta?

grupo de activistas climáticos
Es hora de reconocer que la lucha por el clima y la lucha por la justicia social son una misma cosa.

La justicia social y la crisis climática parecen, a primera vista, caer en dos esferas separadas. Uno se refiere a la distribución equitativa de la riqueza, los derechos y las oportunidades, mientras que el otro se refiere a la preservación del medioambiente. Pero en realidad, estas dos cuestiones están profundamente vinculadas, hasta el punto de que es imposible resolver una sin abordar la otra.

El historiador y filósofo Aristóteles dijo: “La justicia es la virtud que da a cada uno lo que le corresponde”. Si analizamos los impactos del cambio climático desde este prisma, queda claro que a los más vulnerables se les niega lo que es suyo: una vida digna y recursos básicos.

Paradoja de responsabilidades

El 10% más rico de la población mundial es responsable de más del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que el 50% más pobre genera sólo el 12%. Sin embargo, son estos últimos quienes sufren los impactos más devastadores.

A nivel nacional, los países desarrollados son responsables de casi el 80% de las emisiones acumuladas desde el inicio de la era industrial, mientras que los países en desarrollo están en primera línea frente a inundaciones, sequías y olas de calor.

chimeneas industriales emitiendo gases
Los países desarrollados son responsables de casi el 80% de las emisiones acumuladas desde el inicio de la era industrial.

Este desequilibrio no se limita a las responsabilidades climáticas. También está anclado en un sistema económico global basado en la explotación de los recursos naturales y humanos. Por ejemplo, las grandes empresas multinacionales siguen beneficiándose de las débiles protecciones sociales y ambientales en los países del sur, perpetuando un ciclo de pobreza y vulnerabilidad.

Vidas trastocadas

En 2023, las inundaciones en Pakistán desplazaron a más de 33 millones de personas, una cifra asombrosa en comparación con la evacuación de 170.000 personas durante los incendios forestales de Los Ángeles ese mismo año. Estos desastres no son sólo fenómenos meteorológicos, son el resultado de un sistema global desigual.

No es sorprendente que las poblaciones marginadas –las mujeres, las personas racializadas, las comunidades indígenas– sean las más afectadas. Su escaso acceso a la educación, la atención sanitaria o el empleo decente limita su capacidad de recuperación después de un desastre.

El Banco Mundial estima que para 2030, entre 68 y 135 millones de personas más podrían verse empujadas a la pobreza extrema debido al cambio climático. Estas cifras ilustran una injusticia flagrante: las poblaciones que menos han contribuido al problema son las que pagan el precio más alto.

Clima: amplificador de injusticias

Tomemos como ejemplo las sequías: reducen las cosechas, secan las fuentes de agua y a menudo obligan a las mujeres y a los niños a caminar kilómetros para encontrar comida. Esto va mucho más allá de un simple problema económico: es una violación de derechos fundamentales como el acceso al agua potable, a la alimentación y a una vida digna.

Este círculo vicioso se ve reforzado por las desigualdades históricas. Los países de bajos ingresos, a menudo explotados por las potencias coloniales a través de la extracción de recursos, ahora luchan para hacer frente a los impactos climáticos. Atrapados en una deuda abrumadora, estos países carecen de los medios y la influencia política para participar en las decisiones climáticas globales.

En otras palabras, el calentamiento global no sólo empeora las desigualdades; los ancla más profundamente en nuestros sistemas económicos y políticos.

Cambiando el paradigma

La justicia climática significa entender que cada tonelada de CO2 emitida no pesa lo mismo dependiendo de dónde y quién la produce. Se trata de reconocer que la lucha contra el cambio climático sólo puede tener éxito si se enfrentan las desigualdades.

Por lo tanto, las soluciones climáticas deben integrar absolutamente las dimensiones sociales, porque reducir las emisiones sin tener en cuenta a las poblaciones más vulnerables sería injusto.

Esto implica en reparaciones climáticas, donde los países históricamente responsables financien la adaptación para las naciones más afectadas, una mejor representación de los países en desarrollo en los organismos internacionales para una transición justa y una redistribución de la riqueza, como la imposición de impuestos a los superricos, con el fin de financiar proyectos climáticos ambiciosos, mientras apoyamos a los más desfavorecidos.

Para actuar con eficacia, debemos ver la crisis climática como lo que realmente es: una crisis social, económica y ambiental interconectada. Existen soluciones, pero requieren coraje político, decisiones audaces y, por qué no, una mayor movilización ciudadana.

Referencias de la noticia

- Samuel, S. A. (2025). How global inequalities hinder climate action. The conversation.