Riesgo de erupciones volcánicas intensas aumenta para los próximos años
Los volcanes son una amenaza potencial, camuflados por bellos paisajes alrededor del mundo. Se cree que, hasta finales del siglo, las erupciones volcánicas de magnitud superior a 7 en la escala IEV serán más frecuentes. ¿Está la humanidad preparada para esto?
Actualmente, la clasificación máxima de la magnitud de una erupción volcánica es de un valor 8, de acuerdo con el Índice de Explosividad Volcánica (IEV). Cada unidad IEV corresponde a un proceso que aumenta en escala exponencial de diez, en los que se consideran la altura de la columna de la erupción, su duración (en horas), elementos de apreciación cualitativos y el volumen de material expulso.
La erupción volcánica del Monte Tambora ubicado en Indonesia, en el 1815, alcanzó una magnitud de 7 en la escala IEV, matando cerca de 100 mil personas. Este episodio hizo despertar la necesidad de monitorear los volcanes; sin embargo, aún estamos lejos de evitar una supererupción y lograr que los habitantes de las cercanías logren salir ilesos de un escenario de este tipo. Se ha hecho poca inversión para minimizar lo que una erupción de esta magnitud puede causar.
En enero de 2022, el volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai entró en erupción con intensidad 6 en la escala IEV, lanzando una columna de cenizas que alcanzó la estratósfera de la Tierra. El volcán Fagradalsfjall, en Islandia, entró en erupción el mes pasado, con una magnitud 5,4 en la escala IEV.
Un artículo publicado en agosto pasado, en la revista Nature, da cuenta que los intervalos entre erupciones consideradas cataclísmicas, son miles de años más cortos de lo que se pensaba, enfatizando que se comete un error al decir que los riesgos de grandes erupciones son bajos, y también clasifican de "imprudente" la falta de inversión por parte de los gobiernos en el monitoreo y respuesta potencial a los desastres volcánicos.
De acuerdo con los autores, a lo largo del próximo siglo, las erupciones volcánicas de gran escala son centenas de veces más propensas de ocurrir que los impactos de asteroides o cometas. Esto puede ser frustrante, dado que la "defensa planetaria" cuenta con la dedicación de varias agencias alrededor del mundo, y recibe millones de dólares en financiamiento, algo que no ocurre en relación a los estudios destinados a los volcanes.
Datos recientes, de testigos de hielo, sugieren que la probabilidad que ocurra una erupción de magnitud 7 o superior, en la escala IEV, es de 16% aún durante este siglo. Los investigadores afirman que las erupciones de este alcance ya provocaron cambios climáticos abruptos y el colapso de civilizaciones, además de estar asociados al aumento de pandemias.
No existe ninguna acción coordinada ni grandes inversiones para mitigar los efectos globales de erupciones volcánicas. De acuerdo con los investigadores, es esencial que se dedique más al monitoreo volcánico, incluyendo observación aérea y satelital, además de la fiscalización terrestre.
Es científicamente evidente que los volcanes emiten menos dióxido de carbono que las actividades antrópicas. Pero, el aumento de la frecuencia de las erupciones volcánicas intensas, sumadas a la aceleración de las actividades humanas, causarán un impacto negativo en el proceso de cambio climático, además de las consecuencias sociales producto de los estragos provocados por las erupciones volcánicas.
Cómo los volcanes pueden afectar el clima
En las grandes erupciones, enormes cantidades de gas volcánico, minúsculas gotas de aerosoles y cenizas son inyectadas en la estratósfera. La mayor parte de ellas es removida de la atmósfera superior en algunas semanas. Pero gases como el dióxido de carbono —gas de efecto invernadero, y el principal responsable por el cambio climático— tienen potencial de promover el calentamiento global.
Por lo tanto, no hay duda que las erupciones volcánicas muy grandes puedan contribuir con cantidades significativas de dióxido de carbono a la atmósfera, contribuyendo con el proceso de intensificación del cambio climático. Además, aerosoles de sulfato, también emitidos por actividad volcánica, tienen la capacidad de destruir la importante capa de ozono que recubre nuestro planeta.