Viajes interestelares: ¿quiénes tripularán las naves?
Conoce aquí las respuestas a esta y otras interrogantes sobre los viajes más allá del Sistema Solar, y los desafíos que se enfrentan para llevarlos a cabo.
Investigaciones recientes de la Universidad de Santa Barbara, California, el UCLA Health Center, la Universidad de Florida y Ruhr-University Bochum se enfocan en los desafíos tecnológicos, biológicos y éticos para que pequeñas naves espaciales puedan transportar semillas y organismos vivos y expandir la vida, como la conocemos, más allá de los confines de nuestro Sistema Solar. En enero de 2022 se publicarán los resultados de esta investigación en la revista Acta Astronáutica de la International Academy of Astronautic bajo el título "Interstellar space biology via Project Starlight”, como se adelanta en la Plataforma Science Direct.
Según el equipo de científicos, liderados por el Dr. Stephen Lantin, unas peculiares criaturas han ganado su lugar como tripulantes de las diminutas naves interestelares: los tardígrados (“osos de agua”), entre varios organismos estudiados. Se trata de microorganismos invertebrados de 500 micras que resisten condiciones extremas, como temperaturas en un rango entre -200°C y + 150°C, la deshidratación prolongada (que puede durar hasta 10 años), presiones de hasta 6000 atmósferas y la radiación ionizante.
¿Podemos prepararnos para vivir en Marte? Los genes de tardígrados son clave para la resistencia.
Estas características le permitirían a los tardígrados no sólo resistir los rigores del espacio profundo, sino también desafiar los largos viajes a miles de millones de kilómetros de la Tierra, al ser capaces de entrar en un proceso biológico conocido como criptobiosis, es decir, permanecer en un estado de latencia ante los factores externos adversos.
Viajar por el espacio interestelar: pasado, presente y futuro
La primera sonda espacial en alcanzar el espacio interestelar fue la Voyager 1 en 2012, cuando se situó a 19.000 millones de kilómetros del Sol (122,6 UA). Fue lanzada en septiembre de 1977 con la misión de aportar datos para localizar los límites del Sistema Solar, ¡y aún está operativa! como el objeto creado por el hombre más distante de la Tierra, ubicada a 23.000 millones de km.
La Voyager 2, lanzada pocos días antes de su hermana Voyager 1 para explorar Júpiter y Saturno, en febrero de este año fue localizada a 18.000 millones de kilómetros de nuestro planeta. Ambas sondas obtienen su energía eléctrica de un Generador Termoeléctrico de Radioisótopos, que generarán energía hasta el 2025, en que se perderá comunicación con ellas.
En la actualidad los viajes interestelares continúan siendo un reto para los científicos, no sólo por las grandes distancias que habrían de recorrerse bajo las condiciones adversas del espacio, y el tiempo que sería necesario, sino también por la energía que deben usar las naves para propulsarse.
La NASA a través de su programa Starlight, también conocido como DEEP-IN (Directed Energy Propulsion for Interstellar Exploration) y DEIS (Directed Energy Interstellar Studies), desarrolla desde el 2009 sistemas de propulsión que, a diferencia de los actuales basados en motores iónicos o químicos (cuya generación de energía es finita), le permitan a las naves desplazarse durante décadas. La idea de usar “velas” ligeras para acelerar las naves mediante energía de un láser emitido por fuentes en la Tierra u otros puntos del espacio, ha ganado aceptación por la posibilidad de proporcionar velocidades relativistas al vehículo espacial.
La posibilidad de viajar cada vez más lejos se va haciendo realidad. Por ahora serán diminutos “osos de agua” los tripulantes de las naves que viajarán cientos de años y encontrarán (o no) otros mundos más allá de la frontera invisible del Sistema Solar.