¿Y el verano naranja? Por qué la nubosidad se impone sobre las playas
Mientras en el sur de Chile hay ciudades que ya suman un par de olas de calor en lo que va de 2021, sobre la costa de la zona central abundan la nubosidad y la frescura. ¿Cambiará este panorama?
Este verano, los chalecos y los polerones se han impuesto a los trajes de baño entre las personas que viven o vacacionan las playas de la zona central de Chile. Todo, porque las jornadas bajo el cielo gris han sido más que los días abiertos al sol. ¿Qué ocurre? Nada anormal, aunque, claro, el ciclo con nubosidad sobre la costa se ha prolongado más allá de lo acostumbrado.
Las nubes, las nieblas, las lloviznas y, por ende, la frescura, se asocian al desarrollo de la vaguada costera. “Hemos tenido el paso sucesivo de altas presiones migratorias, las que cruzan la cordillera de Los Andes hacia Argentina. Estas favorecen el desarrollo de esta baja presión en el litoral. Lo anterior deja como consecuencia días nubosos, húmedos y frescos en las playas, e incluso, en los valles más cercanos a la costa también”, explica Eduardo Sáez, meteorólogo de Chilevisión.
A los factores ya mencionados le debemos sumar los efectos del fenómeno La Niña (enfriamiento en las aguas del océano Pacífico ecuatorial occidental), el cual fortalece las altas presiones aumentando la generación de nubosidad costera. Eso no quiere decir que todos los días que restan de verano permanecerán con el cielo cubierto, pero sí serán más que los de costumbre.
Centro tibio, sur ardiente
En la naturaleza, TODO está conectado. La frescura asociada al desarrollo de la vaguada costa ha ingresado a los valles centrales, por lo que estos no han padecido calores extremos este verano. Sí en el sur del país, entre otros factores, porque esta baja presión litoral se ha extendido hacia latitudes más altas, lo mismo que el anticiclón subtropical del Pacífico sur (ASPS) que aporta estabilidad atmosférica (ausencia de lluvias) y calor con temperaturas que han superado 40° Celsius al interior de Ñuble, Biobío y La Araucanía, e incluso, con altos registros en la Patagonia.
¿Ese calor es normal? Claro, de hecho, si vemos los récords de temperaturas oficialmente reconocidos por la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) veremos que Los Ángeles (42,2 °C en 2017), Temuco (42 °C en 1953), Chillán (41,5 °C en 2017) y Valdivia (38,5 °C en 2019) están a la cabeza del listado superando a Santiago con los 38,3° Celsius alcanzados en enero de 2019.
Pero más allá de la normalidad estadística, lo que sí está más presente que en otras ocasiones es el factor Amazonía. ¿Cómo es eso? “El aire cálido y húmedo, que se condensa (genera nubosidad) en el centro de Sudamérica, se desplaza desde el lado boliviano-argentino al centro-sur de Chile”, detalla Sáez.
Por eso la actividad en la cordillera andina central, con precipitaciones y tormentas eléctricas, las cuales incluso han alcanzado los valles, está más activa este verano. Una condición distinta al paso del anómalo sistema frontal a fines de enero, el que provocó inundaciones y aluviones. Aunque las consecuencias de eso aún se hacen sentir, más todavía con la opción vigente de más lluvias, con isoterma 0 alta, en la cordillera de Los Andes central.