Shoemaker-Levy 9: a 30 años de la explosión del cometa que impactó Júpiter
A finales del siglo pasado, el cometa Shoemaker-Levy 9 protagonizó un evento único de la historia astronómica. En julio de 1992, meses antes de su descubrimiento, había estallado en distintos fragmentos cuando se aproximó a Júpiter, en una de sus órbitas. ¿Por qué es importante este acontecimiento?
A finales del siglo pasado, un cometa en órbita alrededor de Júpiter viajó muy cerca del planeta hasta quedar reducido en múltiples fragmentos por su gravedad. Este julio se cumplen 30 años de esa explosión que resultó en pedazos de hasta 1 km de largo.
Dos años más tarde, el mismo cometa triturado impactaría a Júpiter. Pero este no fue un evento trivial: Shoemaker-Levy 9 fue la primera colisión extraterrestre observada y el primer cometa observado fuera de la órbita solar.
La fragmentación, que ocurrió a unos 40.000 kilómetros por encima de la capa de nubes más alta de Júpiter, no fue observada directamente. En efecto, sólo ocho meses después, el objeto fue descubierto por el matrimonio de astrónomos estadounidenses Carolyn y Eugene Shoemaker y por el astrónomo canadiense David H. Levy. En marzo de 1993, mientras observaban Júpiter, detectaron un cometa que parecía tener una forma muy alargada próximo al planeta: no fue hasta unos días después que se percataron que orbitaba al gigante gaseoso, siendo esta una novedad para la comunidad científica, que sólo conocía a los cometas orbitando al Sol.
El gran impacto del cometa
El Shoemaker-Levy 9 se desgarró en más de 20 pedazos en una órbita de dos años, justo antes de entrar en la atmósfera de Júpiter. A pesar de todas las sorpresas que se llevaron los astrónomos de la época, “la revelación más grande y rara fue que los fragmentos iban a estrellarse contra Júpiter”, comenta la NASA. Por primera vez en la historia, se pudo observar una colisión entre dos cuerpos en el Sistema Solar.
La nave espacial Galileo captó imágenes sin precedentes del evento: fue mostrando los fragmentos uno por uno, que fueron catalogados de la A a la W para distinguirlos. La NASA especifica que “los impactos comenzaron el 16 de julio de 1994 y terminaron el 22 de julio de 1994”. Pero no sólo Galileo estuvo pendiente: a esta misión se sumaron muchos observatorios terrestres y naves espaciales en órbita, incluidos el telescopio espacial Hubble, Ulysses y Voyager 2 que estudiaron los impactos y sus repercusiones.
Este espectáculo brindó a los astrónomos un nuevo campo de estudio sobre colisiones cósmicas. El cometa se estrelló con tal fuerza, que llegó a alcanzar la potencia de 300 millones de bombas atómicas. Las huellas que dejaron los fragmentos tenían una profundidad de hasta 3.000 kilómetros y calentaron la atmósfera a temperaturas tan altas que sobrepasaron los 30.000 °C.
Si este cometa hubiera golpeado la Tierra, podría haber creado un desastre atmosférico global, muy parecido al evento de impacto que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años, explica la NASA. Es por ello que a partir de ese momento, en la Tierra se monitorean con más atención los asteroides potencialmente peligrosos, incluidos los cometas.