¿Adónde van a morir los satélites?
Como todo artefacto tecnológico, también los satélites cumplen su vida útil en el espacio. Existen dos soluciones posibles para evitar que estorben en la órbita operacional o se conviertan en basura espacial, situación que cada vez preocupa más. ¿Serán viables estas acciones propuestas?
Desde 1957, casi 6.000 lanzamientos espaciales han dado lugar a una población en órbita actual de 29.000 objetos rastreados. De este total, solo 2.800 son naves espaciales operativas. ¿Y el resto qué representa? Colisiones, explosiones, roturas o eventos anómalos han causado una gran “ola” de desechos espaciales que “navegan” en la órbita terrestre a diferentes alturas.
En los últimos años se han desplegado grandes constelaciones satelitales y se ha perdido la noción del peligro que esto representa. ¿Sabemos qué pasa realmente con los satélites que por desgaste o el fin de su combustible dejan de funcionar?
Los que se “entierran” en el espacio: la órbita Cementerio
A 36.000 kilómetros sobre la Tierra, se ubica la órbita geoestacionaria usada por satélites que brindan servicios de telecomunicaciones y observaciones meteorológicas. Con el fin de evitar colisiones con los objetos operantes, los satélites de esta órbita cuando concluyen su vida útil son enviados a cientos de kilómetros por encima de la misma y quedan “enterrados” en la órbita Cementerio.
Antes, los satélites geoestacionarios quedaban orbitando sin más, al quedar inoperantes. En la actualidad, el Comité Internacional de Coordinación de Escombros Espaciales (IADC) recomienda a los propietarios y operadores trasladar sus aparatos fuera de uso para evitar colisiones como la de 2009: en efecto el satélite debe contar con suficiente combustible para ser desorbitados a través de sus propulsores. Esto conlleva una cantidad equivalente a lo necesario en tres meses para el mantenimiento de su posición en estación. Según estimaciones del IADC, la misión constituye, sin embargo, un gran desafío y sólo uno de cada tres operadores logra trasladar sus satélites “muertos” a la zona.
Debido a la altura en que se encuentran, resulta difícil devolverlos a la Tierra o ralentizarlos para que mueran quemados a la entrada en la atmósfera terrestre como ocurre con otros satélites.
Otros son impulsados hacia abajo: el cementerio de los satélites
Los satélites de órbita baja que no sufren el destino de terminar calcinados por el rozamiento de las capas atmosféricas más densas, van a parar al llamado cementerio espacial del Pacífico Sur, ubicado en el punto Nemo. Este lugar (que en latín significa “Punto Nadie”) es la región del planeta más inaccesible desde las costas o tierra firme: incluso los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS), han pasado más cerca que cualquier otro humano.
Entre las cientos de naves que han sido abandonadas en las profundidades de esta zona oceánica, se ubica la extinta estación espacial rusa Mir. En 2018 se produjo la caída de la estación espacial china Tiangong-1 en sus cercanías, que estaba descontrolada desde hacía años. Además se prevé que será el lugar de “entierro” de la ISS cuando quede inoperativa.
Estos desechos pudieran ocasionar grandes desequilibrios en los ecosistemas oceánicos. A esto se suma que en 2013 se confirmó la presencia de un parche de basura en el Giro del Pacífico Sur, cerca del Punto Nemo. Se trata principalmente de plásticos como poliestireno y fragmentos provenientes de barcos y de la costa.
¿Qué hacer para dar soluciones viables?
Se han puesto en marcha algunos proyectos impulsados por agencias como Leolabs que promueve la automatización de satélites para evitar colisiones durante sus manipulaciones. Entre las medidas de mitigación de desechos espaciales se encuentra ClearSpace-1, para limpiar el espacio.
A medida que las carreteras espaciales sobre la Tierra se vuelven más concurridas y las aproximaciones cercanas se vuelven más comunes, el actual proceso manual de calcular los riesgos de colisión y determinar cómo deben responder las naves espaciales será demasiado lento y llevará mucho tiempo para ser efectivo, señala la ESA.