Ballenas: trabajadoras silenciosas en la lucha contra el cambio climático
Las ballenas son importantes aliadas de la acción climática, por su capacidad de secuestrar y almacenar el carbono que absorbe el océano desde la atmósfera, por lo que es vital su protección. Conoce más, en la siguiente nota.
La protección de las ballenas se hace imperante desde el plano de la biodiversidad, pero también desde la acción climática, ya que juegan un papel importante como grandes secuestradoras de carbono.
Son capaces de almacenar enormes cantidades de carbono durante su larga vida. Por ejemplo, las ballenas azules pueden almacenar hasta 63 toneladas de CO2, mientras que las ballenas rorcual ali blanco (o ballena minke común) pueden almacenar hasta 2,2 toneladas de CO2 cada una.
Cuando las ballenas mueren, en muchos casos ellas se hunden en el fondo del océano dejando en su interior el carbono absorbido de la atmósfera durante siglos, o incluso milenios.
Ballenas aliadas a la acción climática
Existe una organización benéfica mundial Whale and Dolphin Conservation, que dedica su trabajo a la protección de ballenas y delfines en todo el mundo. Ed Goodall perteneciente a la organización comenta que: “Trabajamos en todo el mundo haciendo campañas, presionando y asesorando a los gobiernos, llevando a cabo proyectos de conservación y realizando actividades de educación y compromiso”.
Además, agrega: “Nuestra visión es la de un mundo en el que todas las ballenas y los delfines estén a salvo y sean libres. Utilizamos y apoyamos los últimos avances científicos para reforzar los argumentos a favor de la protección de las ballenas y los delfines, como aliados vitales de la acción climática e ingenieros del ecosistema, y como seres inteligentes por derecho propio”.
Según Goodall, las ballenas y los delfines desempeñan un papel muy importante en la capacidad del océano para fijar, almacenar y secuestrar carbono. Ellas son imprescindibles en la función del océano como el mayor sumidero de carbono del planeta, moviendo nutrientes vitales que estimulan el crecimiento del fitoplancton.
Cuando las ballenas mueren, el carbono que almacenan queda encerrado en su cuerpo, donde se descompone y es consumido por todo tipo de especies, luego se almacena y recicla entre la comunidad bentónica —organismos que habitan el fondo de los ecosistemas acuáticos— o se queda en los sedimentos, donde puede permanecer secuestrado durante miles e incluso millones de años.
Lucha por mantener la especie
Durante la década de los setenta, se llevaron a cabo muchas acciones ambientales y dentro de ellas, destacaron los movimientos conservacionistas. En abril de 1975, el grupo ecologista Greenpeace lanzó la primera campaña mundial contra la caza de ballenas desde los muelles de Vancouver, en Canadá.
La iniciativa se convertiría en el punto de inicio que desencadenó un movimiento a nivel mundial para salvar a las ballenas, que transformaría la opinión pública, dando lugar a la decisión de la Comisión Ballenera Internacional en 1982, de aplicar una moratoria a la pesca comercial de ballenas. Gracias a ello, desde 1986 la caza comercial de ballenas está prohibida.
Pese a que aún existe la caza ilegal, esta acción de conservación ha ayudado a recuperar el número de ballenas. Hoy estos cetáceos han alcanzado el 93% de su población anterior a la explotación de su especie. Incluso se estima que la población de ballenas jorobadas ya se ha recuperado por completo.