Científicos nacionales explorarán zona de mínimo de oxígeno del océano al norte de Chile
Instituto Milenio de Oceanografía se adjudicó tiempo en el buque oceanográfico Cabo de Hornos, con lo que estudiarán los procesos biogeoquímicos que ocurren en la zona y su influencia en la transferencia de carbono hacia el océano profundo.
Las zonas de mínimo oxígeno (ZMO) son áreas del océano que, por factores naturales, tienen muy baja concentración de oxígeno disuelto, por lo que pocos organismos pueden vivir ahí. Una de las regiones más grandes del planeta con estas características se encuentra frente a las costas del norte de Chile, entre los 50 y 450 metros de profundidad.
Con el fin de estudiar qué procesos bioquímicos ocurren en esa ZMO, recolectar muestras de plancton para experimentos y análisis de adaptaciones fisiológicas, un equipo de investigadores/as del Instituto Milenio de Oceanografía (IMO) será parte del próximo viaje del buque científico AGS-61 Cabo de Hornos. Desde el 1 al 20 de octubre, recorrerán entre las regiones de Coquimbo y Antofagasta.
Igor Fernández Urruzola, investigador principal de la misión del IMO, explica que la zona de mínimo oxígeno es un ecosistema extremo para la vida, pero fascinante para estudiar adaptaciones fisiológicas y nuevas formas de obtener energía sin necesidad de oxígeno. Es además, una de las áreas que podrían crecer debido al calentamiento del planeta.
“Se prevé que, debido al cambio global, las zonas de mínimo oxígeno se van a intensificar y expandir, lo que tendrá importantes consecuencias desde una perspectiva ecológica. Por este motivo, es fundamental conocer qué organismos serán capaces o no de hacer frente a estos cambios, así como entender las dinámicas de estas aguas para ayudar a los modelos a predecir con mayor precisión los escenarios futuros”, sostiene el investigador.
Por eso, también evaluarán la diversidad del plancton en distintos gradientes de concentración de oxígeno y las vías metabólicas que permiten su adaptación a estas condiciones. Esto podría ayudar a comprender cómo el cambio climático y una posible expansión futura de las ZMO podrían afectar a estos ecosistemas.
Recolección de datos y muestras
Además de estudiar las diferencias biogeoquímicas y ecofisiológicas entre aguas sin oxígeno (anóxicas) y las que mantienen una pequeña concentración de este elemento (hipóxicas), el equipo evaluará su papel en la transferencia de materia orgánica desde la superficie hasta el océano profundo.
Parte de la misión es recuperar datos y muestras del Sistema Integrado de Observación del Océano Profundo para la Investigación en Geociencias (IDOOS), compuesto por decenas de sensores oceanográficos y trampas de sedimento que permiten monitorizar las dinámicas del océano ultra-profundo, y que lleva un año en el interior de la fosa de Atacama. Un sistema de observación pionero y único en el continente.
“No solo registran constantemente datos físico-químicos de estas aguas, sino que recolectan las partículas que decantan a lo largo de la fosa en intervalos de 15 días. Esto nos permitirá conocer qué fuentes de energía alimentan la vida dentro de la fosa”, indica Fernández.
El IDOOS, que trabaja entre los 4000 y 8000 metros, abarca el suelo oceánico y la columna de agua. En esta misión, además de recolectar datos, recibirá el mantenimiento correspondiente y volverá a ser desplegado para continuar su investigación.
Un día a bordo de un buque científico
En el equipo del IMO participan tanto investigadores/as como estudiantes de las universidades de Concepción, Antofagasta, Católica de Chile, Católica de Valparaíso, del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) y la Universidad de Boulder Colorado (Estados Unidos). En este viaje, entre la Región de Coquimbo y la de Antofagasta, está planificada una única estación frente a Coquimbo y siete frente a Taltal.
Igor Fernández Urruzola cuenta que, por lo general, las jornadas a bordo de un buque científico son muy intensas. “Cada vez que nos embarcamos sabemos que tenemos ante nosotros una oportunidad única para hacer ciencia de vanguardia, y no sabemos cuándo se volverá a repetir así que tratamos de sacar el mayor provecho”, indica.
El trabajo se planifica al detalle para que el buque esté en constante actividad, 24 horas al día, los 7 días de la semana. “Los horarios de trabajo son muy diversos, pero hay algo en común a todos: la tripulación está siempre preparada para completar su maniobra, recibir o procesar las muestras, y atenta para actuar frente a cualquier imprevisto que surja”, agrega.
“En océano abierto, aislados del contacto exterior, es fundamental trabajar como un equipo y apoyarnos entre todos”, enfatiza el investigador.