¿Cómo ayudan las legumbres a prevenir los efectos del cambio climático?
Desde hace varios años la FAO fomenta el cultivo de las legumbres como el camino hacia la necesaria seguridad alimentaria para una creciente población mundial. Sus peculiaridades colocan a las legumbres a la vanguardia de sistemas agroalimentarios sostenibles.
Es conocido desde hace muchos años que la inclusión de las legumbres en el consumo humano aporta gran cantidad de proteínas y aminoácidos de origen vegetal, indispensables para una dieta saludable. También estudios confirman que el consumo de estas semillas provenientes de las leguminosas contribuye al control de enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad, afecciones coronarias y el cáncer.
La posibilidad de almacenar las legumbres durante largos períodos de tiempo, le confieren un atractivo adicional pues aumentan la disponibilidad de alimentos entre las cosechas.
Pero estos no son los únicos motivos por los que incentivar la producción de legumbres se ha convertido en una prioridad. La gran adaptabilidad de estas plantas a los impactos del cambio climático y su positiva incidencia para la disminución de la emisión de gases de efecto invernadero, las convierten en un fuerte aliado de la especie humana.
Leguminosas contribuyen a reducir las emisiones
Las leguminosas tienen la capacidad de establecer una relación simbiótica con bacterias presentes en el suelo. Los nódulos (tejidos subterráneos) de estas plantas, aportan al terreno el carbono en forma de fotoasimilados (sustancias generadas en la fotosíntesis), y a cambio las bacterias le proporcionan el nitrógeno que podrán transformar en proteínas. De este modo las plantas leguminosas no necesitan el aporte de nitrógeno artificial mediante fertilizantes.
Al no necesitar compuestos nitrogenados para elevar su productividad, el cultivo de leguminosas no emite óxido nitroso a la atmósfera, al mismo tiempo que se desvincula de la emisión de CO2 a la atmósfera asociado a la producción de fertilizantes, que se estima es responsable del 1,8% del total de la emisiones.
Además, consumen poca agua
El bajo consumo de agua de estas plantas con relación a las producciones de otras fuentes proteicas, le hacen más llamativas al optar por políticas globales para la solución de los serios problemas de seguridad alimentaria que enfrentamos.
Para producir, por ejemplo, 1 kg de legumbres son necesarios 1.250 litros de agua, mientras que para igual cantidad de carne bovina serán usados 13.000 litros del preciado líquido. Es por ello que en un planeta que enfrenta fuertes sequías por el impacto del cambio climático, resulta indispensable fomentar cultivos con mayor resiliencia hídrica.
¿Consumimos más legumbres?
Con todas las incuestionables ventajas que presupone el consumo de legumbres, pudiera pensarse que su consumo está generalizado y es creciente. Sin embargo, según cifras recientes de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias de Chile (ODEPA), en las décadas del 60 y 70 del pasado siglo, la producción mundial de legumbres se mantuvo alrededor de 43 millones de toneladas por año, con una superficie cultivada promedio de 65 millones de hectáreas, para un rendimiento promedio de 0,66 toneladas por hectárea.
En los dos decenios transcurridos del nuevo milenio, se registró una producción anual de legumbres de 91 millones de toneladas, para una superficie cultivada de 99 millones de hectáreas a nivel global. Si tenemos en cuenta que el crecimiento de la población mundial tiene una tasa promedio anual de 1,2%, el consumo per cápita de legumbres estaría creciendo.
No obstante las ventajas ambientales y alimentarias, la producción de las legumbres está afectada en la actualidad por patrones de consumo y los bajos precios de las cosechas. Los primeros pasos serían fomentar el consumo de legumbres desde las edades tempranas e incentivar políticas agrarias comunitarias capaces de garantizar la rentabilidad de su producción. Pequeños pasos para un futuro más saludable y sostenible.