Historia del cráter perfectamente simétrico que yace en el Ártico
Durante el Pleistoceno, un meteorito colosal impactó el Ártico. Como resultado, nació “Crystal Eye”, un cráter lleno de agua helada que simboliza una ventana al pasado geológico. Te contamos sobre su historia y otras huellas de meteoritos en la Tierra.
Hace 1,4 millones de años, cayó un enorme meteorito en el norte de Canadá, dejando una forma simétrica que hasta hoy sirve para estudiar el clima pasado. También conocido como Pingualuit por los pueblos árticos, el cráter “Crystal Eye” habita en el extremo norte de Quebec, en una región conocida como Nunavik, con un paisaje de tundra marcado por hendiduras y depresiones.
El agujero, de al menos 3,5 km de diámetro y 270 m de profundidad, alberga agua helada y parece una laguna inmensa vista desde la superficie terrestre. Sin embargo, cuando nos elevamos aparenta ser un ojo azul índigo con una perfecta simetría. Dadas sus dimensiones, se estima que el meteorito que lo originó puede haber impactado con la fuerza de 8 mil 500 bombas nucleares.
Esta maravilla natural oculta un gran misterio: crea asombro en los científicos el hecho de no estar conectado a ningún cuerpo de agua. El Parque Nacional de Pingualuit alberga varias lagunas más pequeñas que cubren el terreno alrededor del “Crystal Eye”, y aún así, no tienen ninguna relación con el cráter. Es por ello que es muy probable que mantenga las mismas condiciones prehistóricas, al no estar contaminado por agentes externos.
Un poco de historia
El cráter es también conocido en Occidente como «Ungava Crater», «New Quebec Crater» y «Chubb Crater». El primero en la lista significa ‘lugar muy lejano’ en inuktitut, lengua originaria de la zona, según documenta Britannica. Además, Ungava es el nombre de la península donde yace el gran agujero. El nombre Pingualuit fue dado también por los inuit y “se refiere a las imperfecciones o granos en la piel causados por el clima muy frío”, explicó a la BBC Isabelle Dubois, coordinadora del proyecto de turismo de Nunavik.
Según registra la NASA, el mundo occidental lo vio por primera vez durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la tripulación de un avión de la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos notó un cráter en el norte de Quebec. En la década de 1950 se realizó la primera expedición geológica, en la que concluyeron que se trataba de un cráter producido por un impacto de un gran meteorito. La identificación de este cráter condujo al reconocimiento de más de otras 20 estructuras de impacto en el este de Canadá, argumenta la agencia.
Otras maravillas geológicas
La Tierra alberga destinos naturales que son únicos en el Sistema Solar, entre ellos los asombrosos cráteres de impacto. En general, nuestro planeta es impactado periódicamente por escombros espaciales que, afortunadamente, son quemados en su mayoría por la atmósfera antes de su impacto y es cuando se observan las hermosas lluvias de meteoros. Pero otros, por su gran tamaño, logran sobrepasar esta barrera, dejando una “cicatriz” en la superficie terrestre.
El Centro de Ciencias Planetarias y Espaciales (PASSC) de la Universidad de New Brunswick en Canadá, lleva un registro de 190 estructuras de impacto confirmadas en la Tierra. De ellos, son varios los sitios imperdibles que te invitamos a descubrir. En el portal Space.com encontrarás una lista de 10 cráteres icónicos, entre ellos el Gosses Bluff, el cráter de impacto más estudiado de Australia.
En el sur de Alemania se ubica el cráter Ries que increíblemente contiene a una hermosa ciudad medieval conocida como Nördlingen. La NASA cuenta que probablemente los europeos medievales, sin saberlo, hicieron coincidir las murallas con el anillo interior del cráter. ¡Toda una maravilla!