Desalinización: ¿cuál es su real impacto en el medio ambiente?
Esta tecnología no sólo transforma el agua marina en potable, sino que además genera un subproducto: salmuera. Este concentrado de sal es devuelto al mar provocando un “efecto devastador” advierte la ciencia.
El mundo hay cerca de 20.000 plantas desalinizadoras, es decir, instalaciones en dónde se le quita la sal al agua marina para hacerla potable a través de un proceso llamado osmosis inversa. En Chile, el 1% del agua potable se obtiene por medio de esta transformación con plantas ubicadas básicamente entre las regiones de Arica-Parinacota y Valparaíso.
Según el catastro del ministerio de Obras Públicas (MOP) en nuestro país operan 24 instalaciones desalinizadoras y otras 22 están en desarrollo para su concreción. La industria de la minería es la que más la utiliza en el ámbito productivo, tanto así, que el 20% del agua que ocupa proviene de esta tecnología.
Ante el escenario de escasez de precipitaciones, mala distribución del agua debido a la institucionalidad que la privatiza, a su mal uso y mayor demanda; la alternativa de la desalinización aparece cada vez con mayor fuerza en la zona central de Chile, la más poblada del territorio y con mayor escasez hídrica.
Esa es una cara de la moneda, pero qué ocurre con la otra. ¿Qué impactos tiene en el medioambiente este tipo de tecnologías?
Sal en el mar
En el contexto de emergencia climática y ecológica debemos comprender de una vez por todas que los elementos naturales no sólo tienen valor cuanto entran al mercado, o sea, ¿un pez tiene un precio sólo cuando está muerto en un puesto de ventas? No, la respuesta es no. Entonces no podemos ver sólo los costes que los economistas entregan al momento de presentar proyectos de desalinización, porque esa visión lineal y antropocéntrica es la que nos ha llevado a esta situación límite.
Aclarado el punto, entonces, que hable la ciencia. “En promedio son 34,7 gramos de sal por cada litro de agua. El contenido de sales es relativamente constante en el océano, oscilando en un estrecho rango de 34,6 a 34,8 gramos por litro en el 50% del océano. A esto lo llamamos variable conservativa”, detalla Laura Farías, oceanógrafa del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.
Por lo tanto, “pequeños cambios en la salinidad controlan la densidad del agua de mar, determinando las corrientes oceánicas y con ellas la distribución de calor, lo que controla el clima del planeta. Además, los organismos que viven en el océano están adaptados a la estabilidad salina”, remarca la científica.
La salmuera
Las plantas desalinizadoras no sólo producen agua dulce, sino que también salmuera. Entones el tema es ¿qué se hace con ese concentrado de sal sobrante? Bueno, lo que se hace es que se devuelve al océano. ¿Qué impacto tiene eso?
“Retirar agua del mar, que representa el 97% del agua del planeta, no parece ser por ahora un problema que afecte a la circulación oceánica, al nivel del mar o al clima global, siempre y cuando el volumen retirado sea mínimo, y que se retire el agua y la sal en forma conjunta, sin alterar el balance de sales del océano”, explica Laura Farías.
“Sin embargo, si me preguntan qué ocurriría si retornamos al mar las sales producto de la desalinización, mi respuesta es que se estaría realizando un impacto significativo, porque tenemos menos agua, pero más sal. Si este proceso es continuo y prolongado, lentamente el océano se puede volver más salado, ya que el ciclo hidrológico opera a un tiempo de recambio de 40.000 años”, ilustra en la página del (CR)2.
Para ella, el problema es “que los humanos no tenemos la sensibilidad ni el interés para pensar a esta escala de tiempo ¡40.000 años! Aunque es muy importante hacerlo. No obstante, sí debemos tener sensibilidad a escala local, ya que reincorporar sal al océano tiene un efecto devastador sobre los seres vivos. Sabemos que parte de la salmuera ingresada al océano costero se deposita en los fondos marinos, matando todo lo que quede por debajo y en sus cercanías. Además, la sal se irá disolviendo a medida que es añadida al agua o desde los suelos marinos, dispersándose a través de las corrientes marinas litorales, produciendo daño en los ecosistemas y alterando las propiedades del agua”, advierte la especialista.
“Es una sal extremadamente concentrada que llega a ser tóxica. Por lo tanto, tiene la capacidad para matar mucha vida. No por nada el océano tiene su equilibrio tanto en temperatura, acides, salinidad. Si tu cambias uno, cambian todos”, aporta Maximiliano Bello, experto en política pública oceánica.