Ecoansiedad y crisis climática: ¿cómo podemos canalizar nuestros miedos en acciones concretas?
La ecoansiedad, este sentimiento de ansiedad por la degradación de nuestro planeta, refleja una creciente conciencia de la emergencia climática. Puede convertirse en una poderosa fuerza impulsora. Hagamos un balance.
Ante la multiplicación e intensificación de los desastres naturales, la degradación de los ecosistemas y las alertas climáticas, gana terreno un sentimiento de preocupación creciente: la ecoansiedad. Lejos de ser una patología, refleja una profunda conciencia de la degradación ambiental.
Para muchos, esta ansiedad puede parecer abrumadora, pero no es desesperada. La ecoansiedad, si se comprende y canaliza bien, puede ser un catalizador único para la transformación.
Una reacción natural pero compleja
La ecoansiedad no es una enfermedad, sino una reacción normal y saludable ante el alarmante estado de nuestro medioambiente. La Asociación Estadounidense de Psicología incluso considera que esta ansiedad es una respuesta adecuada a las amenazas climáticas.
Los glaciares se derriten, los bosques desaparecen y los fenómenos climáticos extremos aumentan, provocando un sentimiento de duelo ecológico. La conciencia de que ciertos daños son irreversibles alimenta emociones intensas: tristeza, ira, impotencia. Pero estas emociones, aunque difíciles de gestionar, pueden convertirse en una palanca para actuar.
¿Quiénes son los ecoansiosos?
Aunque la ecoansiedad puede afectar a cualquiera, ciertas categorías de la población son especialmente sensibles a ella. Un estudio realizado en 2019 por la psicoterapeuta Charline Schmerber con 1.200 personas permite comprender mejor quiénes son los ecoansiosos. Esta encuesta revela que el 90% de los encuestados siente algún nivel de ansiedad relacionado con la degradación ambiental.
Se trata de personas principalmente jóvenes (el 46% tienen menos de 35 años), mujeres (65%), habitantes de ciudades, titulados (el 76% al menos Bac+2) y de categorías socioprofesionales superiores (el 41% son directivos o profesiones liberales). Estos perfiles también corresponden a los de partidarios del movimiento climático o participantes en marchas climáticas.
Esta ansiedad a menudo se ve exacerbada por la percepción de injusticia social: las poblaciones más afectadas por el calentamiento global, en particular las minorías étnicas y las personas de bajos ingresos, son también las que tienen menos medios para afrontarlo. Estas personas, menos protegidas y más expuestas a los peligros climáticos (inundaciones, olas de calor), son particularmente vulnerables.
Los riesgos de la ecoansiedad
Si bien la ecoansiedad es una respuesta natural, conlleva riesgos que es fundamental reconocer para evitar trampas psicológicas e ideológicas:
- La primera amenaza es la de la negación colectiva. Algunas personas, por motivos ideológicos o por rechazo a la ecología, tienden a minimizar o ridiculizar la ecoansiedad, calificándola de simple histeria de jóvenes demasiado sensibles. Este tipo de reacción puede aislar aún más a quien la padece y empeorar su malestar.
- El segundo riesgo es la patologización de la ecoansiedad, es decir la tendencia a tratarla como un problema de salud mental aislado. Sin embargo, para muchos expertos, la ecoansiedad es una reacción saludable ante amenazas reales. Encerrarlo en una dimensión estrictamente médica correría el riesgo de desviar la atención de las causas reales: la crisis climática y la necesidad de actuar.
- Finalmente, un tercer peligro es el de la explotación de esta ansiedad por grupos o movimientos que buscan gerenciar este miedo con fines políticos, comerciales o sectarios. Esta manipulación puede llevar a una amplificación de los temores y a una polarización extrema de los debates climáticos.
¿Cómo convertir la ecoansiedad en acción?
La buena noticia es que es posible convertir esta ansiedad en una fuerza para la acción. Uno de los métodos más eficaces es involucrarse en acciones colectivas. Los estudios muestran que la participación comunitaria y el activismo por la justicia climática no solo mejoran la salud mental, sino que también reducen los síntomas de la ansiedad ecológica.
¿Por qué la acción colectiva es tan poderosa? En primer lugar, crea un sentimiento de pertenencia y solidaridad. Implicarse en un proyecto colectivo, como la renovación energética de un edificio o la organización de una campaña local para la transición ecológica, permite tomar medidas concretas, pero también recuperar la sensación de control frente a la crisis climática.
Es fundamental romper el aislamiento uniéndonos a redes de solidaridad y grupos que comparten las mismas preocupaciones. La participación colectiva nos recuerda que, aunque la situación es grave, no estamos solos. La acción colectiva ayuda a multiplicar el impacto y reforzar la convicción de que todos pueden contribuir a un cambio tangible.
Fuentes y referencias de la noticia:
- L'éco-anxiété : une réponse saine face à la crise climatique