Fiebre marina: ¿qué consecuencias tiene el récord de calor en el océano?
Jamás, desde que hay registros, la temperatura superficial oceánica había estado tan cálida. Esto provoca, entre otros, la migración de las especies marinas que lo pueden hacer. ¿Qué pasa con el resto? Mueren. Esto es sólo el comienzo.
“La fiebre es el aumento temporal en la temperatura del cuerpo en respuesta a alguna enfermedad o padecimiento”, versa su definición. Entonces, todos sabemos que si alguien se encuentra afiebrado es porque algo malo le sucede a su organismo.
En ese caso ¿qué hacemos? ¡Actuámos! Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo con este planeta afectado? Y lo peor es que la fiebre sigue al alza en el corazón de la Tierra, el océano.
Nunca, desde que existen registros, la temperatura superficial del océano global fue tan alta como ahora en abril de 2023 con un promedio de 21,1°C, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA).
Récord, el breve
21,1 °C es el récord para una media que abarca los océanos Ártico, Austral, Índico, Atlántico y Pacífico, es decir, el 70% de la superficie del planeta. Una marca que deja atrás la alcanzada en marzo de 2016 con 21,0 °C en momentos que comenzaba a ceder un intenso fenómeno El Niño, el cual ayuda a subir aún más la temperatura del mar.
El Niño es un fenómeno natural que dice relación con el alza de la temperatura superficial y subsuperficial del Océano Pacífico ecuatorial oriental, es decir, más cercano a América.
Esta oscilación influye en las condiciones climáticas del mundo incentivando las temperaturas atmosféricas y marinas más cálidas a nivel global.
“Desgraciadamente, en esta materia, los récords no duran. Al igual que la temperatura atmosférica, la temperatura promedio del océano va al alza. No todos los años se baten las marcas, porque hay oscilaciones naturales que hace que algunos años sean peores que otros”, afirma Raúl Cordero, climatólogo y experto en cambio climático de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).
El especialista advierte que esta marca se da en condiciones de neutralidad, ya que “aún no está el fenómeno El Niño, ni menos un Súper Niño como hubo en 2015-2016. De hecho, lo que tenemos recién es un potencial El Niño en desarrollo, ¡y ya se rompió este récord! Así es que el panorama es oscuro, veremos cómo nos va”.
Migrar o morir
Los efectos del calentamiento del océano global son múltiples y, en la mayoría de los casos, catastróficos. “Vemos el océano como un mundo tan estable, inmutable, inmenso; pero es un sistema muy dinámico y sensible. Aunque sea una variable, como la temperatura en este caso, esto desencadena cambios químicos, físicos, biológicos, ecológicos. Son repercusiones que aún no terminamos de comprender”, comenta Catalina Velasco, bióloga marina y autora del libro “Vida sumergida”.
Esta fiebre marina “puede generar desequilibrios ecológicos y ecosistémicos. Las especies tienen rangos de tolerancia a diversos factores, entre ellos, a las temperaturas, niveles de oxígeno, nutrientes, salinidad, etc. Si cambias una de estas variables, modificas hábitats y, entonces, estas especies migran o mueren”, advierte la cofundadora de la Fundación Mar y Ciencia.
“Hay otros grupos que amplían su rango de distribución, por lo que se transforman en especies invasoras afectando a las endémicas. También sufren los corales, los bosques submarinos que abundan, por ejemplo, en la Patagonia chilena siendo uno de los más saludables del mundo, decayendo su población”, detalla la experta.
Fiebre marina
Otro efecto del alza térmica en el mar es el aumento de floraciones algales. “Las microalgas son vitales, son base de las tramas tróficas, son los productores primarios. Además, oxigenan el planeta, de hecho, la mitad del oxígeno que respiramos proviene de ellas. Son maravillosas, pero el aumento de la temperatura provoca floraciones algales extras que pueden generar altas cargas de materia orgánica que, una vez que se descomponen, bajan los niveles de oxígeno”, cuenta Catalina Velasco.
Esto causa “anoxia (falta o disminución de oxígeno) y eutrofización (acumulación de residuos orgánicos). Sin las condiciones ambientales favorables, las especies migran o mueren. Esto último ocurre con las especies bentónicas (fijas al fondo marino) y sésiles (fijas a una estructura u organismo), ya que no tienen la capacidad de moverse” revela la bióloga marina.
Además de los casos anteriores, el alza en la temperatura oceánica acelera el derretimiento de los casquetes, por lo que aumenta el nivel del mar. Esto conlleva erosión y la pérdida de ecosistemas costeros como manglares, zonas intermareales, playas, etc.
“Cuando sube la temperatura tiende a disminuir el oxígeno disuelto y aumenta el dióxido de carbono (CO2) absorbido. Cuando el CO2 se junta con las moléculas de agua se forman iones que disminuyen el PH del océano aumentando su acidificación. Este es un gran problema para muchas especies como corales y bivalvos (moluscos)”, señala la investigadora y divulgadora científica.
Así podríamos seguir con el impacto en las corrientes marinas, la pérdida de capacidad para absorber calor y capturar gases de efecto invernadero (retroalimentación positiva), aumento de los fenómenos climáticos extremos, afectación en la disponibilidad de alimentos y un larguísimo etcétera.
Cuando el océano está enfermo, padece el planeta. Y si el estado de nuestro único hogar empeora, enfermamos todos. Porque, les aviso, no tenemos dónde migrar. Entonces, ¿qué otra posibilidad queda?