La abeja de Zelandia: un fósil de 14 millones de años que revoluciona la historia de la polinización

El fósil, encontrado en Nueva Zelanda, desafía lo que se sabía sobre la historia de las abejas en la región y da pistas sobre los antiguos ecosistemas del continente sumergido

Fósil de abeja.
La abeja, preservada en una impresión casi completa, ofrece detalles sorprendentes sobre su anatomía y su papel en un ecosistema que ya no existe.

Hace 14 millones de años, en lo que hoy es el sur de Nueva Zelanda, una abeja volaba entre bosques exuberantes, polinizando flores que ya no existen.

Su historia, congelada en el tiempo, acaba de ser desenterrada. Este descubrimiento, publicado en la revista Zoosystema, entrega antecedentes clave para entender cómo se adaptó la vida en un continente casi olvidado: Zelandia.

Un fósil con alas de misterio en el continente sumergido

El mundo era muy diferente hace casi 15 mil años atrás. La Tierra experimentaba el Óptimo Climático del Mioceno, un período de temperaturas más altas y una vegetación exuberante.

Zelandia, considerado el "octavo continente", es una vasta extensión de tierra que yace en su mayoría bajo el océano, con Nueva Zelanda y Nueva Caledonia como sus únicas partes emergidas.

En Zelandia, bosques de Nothofagus y podocarpos dominaban el paisaje, junto con una variedad de plantas de hoja ancha.

Según explica la publicación, este ecosistema, ahora desaparecido, dependía en gran medida de polinizadores como esta abeja para mantener su equilibrio. Actualmente, solo existen 42 especies de abejas en el país, de las cuales 28 son endémicas.

Este hallazgo sugiere que las abejas podrían haber llegado mucho antes de lo que se pensaba y que, tal vez, hubo una mayor diversidad de especies que desaparecieron con los cambios climáticos y ambientales.

Su posible papel en este ecosistema

La abeja fósil, llamada Leioproctus (Otagocolletes) barrydonovani, fue descubierta en el yacimiento de Hindon Maar, en la región de Otago, un sitio excepcional por su capacidad de preservar restos biológicos con gran detalle.

Abeja fósil
La presencia de esta abeja en esta zona sugiere que la interacción entre insectos y flora en el Mioceno era más compleja de lo que se asumía. Créditos imagen: M.S. Engel & U. Kaulfuss, Zoosystema.

Se cree que esta abeja pudo haber polinizado plantas como Pseudopanax, un género aún presente en Nueva Zelanda.

La conservación del fósil fue posible gracias a las condiciones anóxicas del lago, es decir, la ausencia total o casi total de oxígeno en el agua, lo que impidió la descomposición de los restos biológicos y permitió su preservación por millones de años.

Este tipo de preservación es poco común y permite obtener detalles que ayudan a reconstruir con precisión cómo era el ecosistema en el que vivió esta abeja.

Un legado que perdura

El nombre de la nueva especie es un homenaje a Barry J. Donovan, un entomólogo neozelandés cuyo trabajo fue fundamental para entender la biodiversidad de las abejas en la región.

Donovan dedicó su vida a estudiar estos insectos, y su legado sigue inspirando a nuevas generaciones.

Hoy, mientras las abejas modernas luchan por sobrevivir en un planeta cambiante, esta pequeña abeja de Zelandia nos recuerda que la historia de estos insectos es mucho más antigua y compleja de lo que imaginábamos.

Su fósil, conservado durante millones de años, es un mensaje del pasado, un llamado a proteger a los polinizadores que sostienen la vida en la Tierra. Y quizás, en sus alas diminutas, guarda aún más secretos esperando ser descubiertos.

Fuentes y referencias de la noticia:

- Michael S. Engel, Uwe Kaulfuss. (2025). A bee from the middle Miocene Hindon Maar of southern New Zealand (Hymenoptera, Colletidae). Zoosystema.