La increíble rapidez con que el olfato nos advierte sobre el peligro
Experimentos revelan que si percibimos un olor como desagradable, nuestro cerebro lo procesa mucho más rápido y nos ordena alejarnos.
Por algo será que, para referirnos a lo turbio o sospechoso, decimos que “huele mal”. Es que, como un centinela del organismo, el olfato se ocupa como nadie de detectar y advertirnos sobre posibles amenazas.
Cuando olemos algo, nuestras neuronas nasales envían señales al bulbo olfativo, una estructura del cerebro que codifica esa información. Los experimentos con ratas ya habían demostrado que el bulbo olfativo tiene la capacidad de detectar y clasificar olores más rápidamente que la vista y el oído.
Pero un grupo de neurocientíficos del Instituto Karolinska de Suecia fue más allá hasta descubrir que, en los humanos, los nervios que detectan los olores “malos” los procesan en ese mismo acto, para generar una acción de respuesta física lo más inmediata posible.
Oler y reaccionar en tiempo récord
El equipo se propuso investigar los mecanismos neuronales que respaldan las respuestas “de aproximación o de evitación” ante la percepción de un olor.
Si la valencia percibida de un olor induce una respuesta de aproximación o desencadena una evitación es fundamental para la supervivencia y, sin embargo, se sabe poco sobre los mecanismos neuronales que respaldan esta decisión, dice el estudio que se publicó en PNAS.
Mientras los voluntarios olían, los investigadores se dedicaron a medir la reacción (reactividad) del bulbo olfativo mediante electroencefalogramas. Esto les permitió observar y cronometrar dos tipos de ondas cerebrales (los impulsos eléctricos que utilizan las neuronas para comunicarse entre ellas).
Las ondas gamma son ondas de procesamiento rápido que ayudan a nuestro cerebro a integrar la información de diferentes fuentes. Las ondas beta son ligeramente más lentas, pero siguen siendo rápidas. Se asocian con la actividad mental enfocada y la resolución de problemas.
Los investigadores identificaron la presencia de ambas ondas cerca de nuestras neuronas nasales. Esto implica que, en el preciso instante en que un olor alcanza nuestro bulbo olfativo, se desencadenan procesos cognitivos complejos, como la activación de la corteza motora, para ponerse en marcha.
La siguiente parte del experimento se enfocó en cronometrar las reacciones físicas. Para eso, una vez más se expuso a los voluntarios a aromas agradables y desagradables, y se midieron sus movimientos.
Cuando se trata de un mal olor -indicio de amenaza o riesgo- la reacción ocurre en menos de medio segundo. Y en ese mínimo lapso de tiempo, las ondas gamma y beta se ponen de acuerdo y se acoplan para generar una respuesta.
"Los resultados sugieren que nuestro sentido del olfato es importante para nuestra capacidad de detectar peligros en nuestra proximidad, y que gran parte de esta capacidad es más inconsciente que nuestra respuesta al peligro mediada por nuestros sentidos de la vista y el oído", dijo a Muy interesante Johan N. Lundström, parte del equipo de investigación.
Justamente por esta propiedad defensiva del olfato es que se añaden olores desagradables a sustancias tóxicas que naturalmente son inodoras, como el gas butano y el propano, que además de envenenarnos son inflamables y explosivos.
El estudio descubrió que los olores desagradables tienen un acceso temporal privilegiado al bulbo olfativo, como lo demuestra la actividad beta temprana relacionada con la respuesta preparatoria de la corteza motora, que conduce a una respuesta inmediata de evitación en todo el cuerpo.