Lluvias de verano: Causas y contexto de inusuales tormentas estivales

Aunque Santiago batió el récord de la lluvia más abundante en 24 horas para enero, esta no es la precipitación más cuantiosa que se registre en un mes de verano. ¿Por qué este aguacero llegó hasta la zona central?

Tormentas sobre la ciudad
¿Qué llevó a registrar la impresionante actividad eléctrica, granizo y lluvia en un periodo de tiempo tan acotado, sobre la zona centro sur? ¿Está el cambio climático por detrás de esto?

Aluviones, casas destruidas, personas damnificadas, caminos cortados, inundaciones, hogares sin energía eléctrica, dificultades en el tratamiento del agua potable y un largo etcétera son parte de las consecuencias que dejaron las tormentas de verano en el centro-sur de Chile.

Lluvias estivales que fueron pronosticadas con antelación por los especialistas, pero más allá de esto, ¿qué las provocó? En lo inmediato se dio una configuración atmosférica típica del invierno. “Sobre el sur del país (Patagonia) se ubicó una alta de bloqueo (alta presión). Esta impidió el paso del sistema frontal (baja presión) con sus precipitaciones por ese sector teniendo que desviarse más al norte (zona central)”, explica Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago (Usach).

Las tormentas de verano fueron alimentadas por la humedad que transportó a la zona central un río atmosférico, resultando en abundante precipitación acumulada.

Además, el sistema frontal (SF) recibió el aporte de un río atmosférico (RA) con mucha humedad, lo cual aumentó su potencial de agua precipitable. ¿Por qué se conjugaron estos factores? “Uno sospecha que se produjo un forzamiento tropical, es decir, que la convección que se origina en el océano Pacífico tropical lejano es capaz de estimular ondas de gran escala que son las que producen tanto la alta de bloqueo como la baja presión que trajo la humedad hasta el continente”, sostiene Roberto Rondanelli, meteorólogo e investigador del CR2 de la Universidad de Chile.

Una configuración calificada como “inusual y anómala” por la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) para el verano, más aún, considerando que sigue presente el fenómeno La Niña (enfriamiento en las aguas del océano Pacífico ecuatorial occidental), lo cual acentúa la sequía en el centro de Chile.

“De hecho, hemos vivido una primavera y un verano extremadamente secos. En Santiago no recibíamos lluvias desde el 25 de agosto. Más allá de estas precipitaciones, el periodo seguirá marcado por la sequía”, explica Raúl Cordero.

¿Cambio climático?

Necesitamos investigar más la 'Atribución'. Es decir, qué pasa si esta tormenta hubiese ocurrido en el siglo 18, con 2° Celsius menos de temperatura en el planeta, por ejemplo”, señala Roberto Rondanelli.

¿Qué diferencia hace el alza de la temperatura en esta tormenta? “Hay tres factores. Uno: La isoterma 0 sube proporcionalmente a esa alza en la temperatura. Un grado hace que la isoterma suba unos 250 metros, una altitud menor, pero que se manifiesta de diversas formas de acuerdo con las características de cada cuenca, porque para unas puede ser poca agua, pero en otras puede ser mucho.

El aumento de la temperatura -a nivel local y global- tiene gran influencia en el desarrollo e intensidad de las tormentas.

Dos: Cuando aumenta la temperatura los sistemas tienen más disponibilidad de agua por lo que son más intensos en la producción de precipitaciones, porque hay más vapor de agua dando vueltas. Tres: La tormenta misma tiene más probabilidades de formarse dado que el clima está más cálido, de hecho, la Oscilación de Madden-Julian (OMJ) estaba en fase favorable, lo cual podría ser consecuencia del aumento de la temperatura en la zona tropical”, detalla el investigador y académico.

La influencia del cambio climático se traduce en eventos más extremos, algo en que coincide Raúl Cordero, ya que “proyectamos un poco más nubosidad (más lluvias) en el verano sobre la zona central hasta mediados de siglo”.

Contexto histórico

Santiago recibió la lluvia más intensa en 24 horas para enero desde que hay registros: 31,4 milímetros. Una marca que llama la atención, pero que está lejos del mayor acumulado en un mes de verano, récord que ostenta febrero de 1945 con 85 milímetros, según consta en los anuarios de la DMC.

“Los eventos del siglo 20 que serían análogos a lo que pasó en esta ocasión serían el del 13-14 de enero de 1933 en que hubo 40 milímetros de agua en Quinta Normal y el 3-4 de febrero de 1945 en que cayeron 80 milímetros en Santiago. Esta fue una precipitación muy extensa que cubrió gran parte del país, tanto así, que febrero fue el mes más lluvioso de ese año desde Ñuble al norte. De hecho, en algunos lugares llovió durante 6 días”, revela Roberto Rondanelli.

Y si retrocedemos más en la historia nos encontramos con los hechos descritos en el ensayo Climas de Chile redactado en 1887 por Benjamín Vicuña Mackenna. Aquí se señala que en el verano de 1837 también llovió un par de días. “Eso le da a uno la idea que, si bien son eventos extraños y anómalos, están dentro de las posibilidades de lo que puede ocurrir muy a lo lejos”, afirma el investigador del CR2.