Marejadas ciclónicas: qué son y cómo minimizar sus impactos
Los ciclones tropicales son sistemas atmosféricos temidos por su gran potencial destructor cuando alcanzan los más altos niveles de desarrollo e impactan en las costas, provocando grandes inundaciones por sobreelevación del nivel del mar.
En la actualidad, estamos en temporada oficial de ciclones tropicales en nuestro planeta, la cual se extiende entre junio y noviembre. Todos los años, algunos de estos ciclones generan noticias dada la magnitud con las impactan áreas habitadas, ya sea debido al intenso viento, la gran cantidad de precipitación o por la agitación y grandes olas que generan en el océano.
Un ciclón tropical se caracteriza por una circulación intensa de vientos en torno a un núcleo de baja presión atmosférica, y dependiendo del lugar donde se formen reciben nombres diferentes. Si los encontramos en el Océano Atlántico o el Océano Pacífico oriental los llamarán huracanes, de tifones si ocurren en el Pacífico Occidental, o simplemente ciclones en el Océano Índico.
Pero, en todos los casos, su principal consecuencia son las marejadas ciclónicas, las cuales pueden provocar graves daños tanto a las costas donde estos sistemas atmosféricos impactan, como a la infraestructura que allí se encuentre. Las marejadas ciclónicas más intensas son las generadas por los ciclones tropicales, pero también existen marejadas ciclónicas asociadas a sistemas de vientos circulatorios menos intensos y que se pueden generar en cualquier parte del planeta.
Por todos es sabido ya cómo se comportan las marejadas cuando éstas son intensas en nuestro país, pero cuando son provocadas por ciclones tropicales se produce un efecto combinado aún mayor del empuje del agua por los fuertes vientos en sistema circulatorio y la baja presión en el centro del ciclón, también llamado ojo. Si además estas marejadas coinciden en tiempo de pleamar, el potencial destructivo se incrementa al aumentar el nivel del agua por encima del nivel medio, provocando grandes inundaciones costeras.
Es imposible evitar que las marejadas se produzcan, y también es compleja su predicción exacta ya que son necesarias mediciones meteorológicas muy precisas en un corto espacio de tiempo.
Posibles soluciones o adaptaciones
Existen algunas soluciones que nos pueden ayudar a evitar o mitigar los efectos de las marejadas. Por un lado, están los sistemas naturales, como son los humedales o manglares. Estos ecosistemas suelen ser de gran extensión en las costas no intervenidas por el hombre, las cuales tienen el efecto de frenar el avance del agua y reducir tanto la cantidad como la velocidad. En una hipotética zona urbana detrás de un humedal o manglar, los efectos de una marejada se verían notoriamente disminuidos e incluso evitados.
Por otro lado, están las soluciones más duras, como son los grandes muros de hormigón (sea walls) típicos en instalaciones portuarias de Japón, y otras soluciones que, sin ser naturales, tienden en parte a trabajar con la naturaleza. Estas últimas son las barreras de protección, con compuertas que se abren en tiempos de calma y se cierran antes eventos de marejadas para evitar la inundación de las zonas costeras urbanizadas. El ejemplo más emblemático de este último es el proyecto Delta Works en Holanda.
La tendencia en la actualidad es la de mantener o recuperar los ecosistemas naturales, cuya existencia es en sí un seguro de protección. Pero donde las condiciones ya no lo permiten, la vulnerabilidad de las zonas costeras urbanizadas dependerá de la capacidad de implementar medidas de protección ingenieriles, siendo esto una clara desventaja para países de bajos recursos económicos.