¿Más o menos flores en el Desierto florido? Factores que lo influencian
Aproximadamente 1 o 2 veces por década, el Desierto de Atacama —el más seco del mundo— se cubre de un manto de flores de hermosos colores. Lluvias y altas temperaturas parecen ser los principales factores para la germinación de las semillas. ¿Podrá ocurrir lo mismo este año?
¿Un desierto lleno de flores? Aunque parezca increíble, este curioso fenómeno biológico, conocido popularmente como Desierto Florido, se da tan solo entre una y dos veces por década en el desierto de Atacama, pudiéndose observar entre Arica y La Serena, pero con especial fuerza en la Región de Atacama.
Ya en el año 1835, el gran naturalista Charles Darwin —de visita en por Chile— apreció con toda su magnitud la floración del desierto, siendo uno de los primeros en registrar y anotar con detalle este evento.
Los estudios posteriores de destacados naturalistas y científicos chilenos determinaron que este fenómeno puede ocurrir a lo largo de casi todo el desierto, aunque su extensión e intensidad es altamente variable. ¿Cuáles son las condiciones meteorológicas que propician el desarrollo del desierto florido? Te las contamos a continuación.
Los ingredientes para una floración
El desierto de Atacama es uno de los lugares más secos del mundo. En vastas áreas, se registran menos de 1 mm de lluvia al año, como el caso de Quillagua, con menos de 0,2 mm cada año. Esto significa que para acumular todo lo que cae en Santiago en un año, se necesitan más de 300 años en el desierto, o unos 800 años para lo que llueve en Concepción.
Sin embargo, esta zona de nuestro país se ve afectada cada ciertos años por importantes eventos de lluvia. Como sabemos, suelen traer consecuencias bastante complejas para las ciudades e infraestructura del norte del país, poco acostumbrado a las lluvias.
Si el exceso de lluvias en la temporada invernal se suma a un invierno que también es más cálido, la floración y germinación de semillas del desierto es altamente probable en Atacama.
Esta doble combinación —eventos de lluvia y altas temperaturas— se suele dar en los años de El Niño. Los desiertos floridos que ocurrieron en 1991 y 1997 estuvieron asociados al calor y precipitaciones, que culminaron en desiertos floridos hacia la primavera.
Sin embargo, que llueva y haga calor no es suficiente para explicar que tan intensa será la floración. El invierno de 1997 fue extremadamente lluvioso en todo Atacama, con precipitaciones que fueron entre un 200 y 300% más que en 1991. También, fue entre 1 y 2 ºC más cálido que 1991.
A pesar de esto, la floración alcanzó poca densidad, diversidad y cobertura, lo que plantea dudas sobre que otras variables meteorológicas y biológicas están detrás de esta situación.
Otra fuente de humedad en la costa del desierto es la niebla. Sin embargo, los estudios también parecen indicar que el aporte de agua no varía demasiado en años El Niño de otros años.
Las extraordinarias floraciones de 2015 y 2017
En marzo de 2015 se registraron fuertes lluvias en el norte del país. Fue tal la intensidad que hubo inundaciones históricas con el lamentable saldo de 26 fallecidos, decenas de desaparecidos y miles de dólares en daños a la infraestructura.
Nuevamente, en agosto de 2015, las lluvias regresaron al desierto de Atacama. En Antofagasta, donde normalmente llueve 4,5 mm por año, cayeron 14 mm en 2 días. El fenómeno de El Niño, apodado como "Godzilla", fue en parte causante de este exceso de precipitaciones, que se sumó a altas temperaturas a lo largo de la costa.
La consecuencia benévola de estas fuertes lluvias y las altas temperaturas fue la gran floración y germinación de las semillas a lo largo y ancho del desierto, alcanzando inclusive hasta la Región de Arica-Parinacota, donde este fenómeno es menos frecuente.
Apenas dos años más tarde, aún más intensa fue la floración en la primavera de 2017. Según estudios realizados en la zona, el desierto florido de 2017 fue hasta un 8% más intenso que el 2015. Ambos años son las floraciones más grandes de los últimos 23 años.
Y aunque parezca increíble, ocurrieron nuevas floraciones en los años 2020 y 2021, aunque de menor magnitud que en el año 2017. Esta es una situación muy inusual, puesto que entre 2015 y 2021 han ocurrido cuatro floraciones en tan solo 7 años.
Las razones detrás de este incremento en la frecuencia de desiertos floridos debe ser estudiada en detalle, pero muy probablemente están asociadas a la alta frecuencia de precipitaciones que ha sorprendido al norte grande y norte chico del país los últimos inviernos.
¿Qué pasará en 2022?
Este año, las precipitaciones fueron abundantes en el norte del país y especialmente en el mes de julio. Por ejemplo, en Caldera, la estación ubicada en el aeropuerto Desierto de Atacama, registró 34 mm. Esto implica un superávit superior al 100% en una zona donde anualmente no se superan los 10 a 15 mm.
En ese sentido, las lluvias han sido tan altas como en otros años de floración, lo que puede dar luces que este fenómeno podría volver a repetirse. Sin embargo, las temperaturas han estado más bajas de lo normal a lo largo de toda la costa debido al fenómeno de La Niña durante todo el año.
Esto podría jugar en contra a la floración de este año, y si es que llega a ocurrir, disminuir su intensidad y duración. Es importante recalcar que no se puede realizar un pronóstico tan certero de este fenómeno, puesto que aún hay factores desconocidos que lo controlan.