Mercados de carbono y el dilema de la 'estrellita en la bitácora'
¿Qué une el pastoreo de las vacas australianas con Microsoft? Más de lo que tú piensas, y no es que ahora puedas ordeñar la computadora, sino que su ejemplo nos sirve para ingresar al mundo de los bonos de carbono.
¡Es un hecho real! La empresa ganadera australiana, Wilmot Cattle Company, ubicada en el estado de Nueva Gales del Sur, a través de una eficiente técnica de rotación de pastoreo logró capturar 43 mil toneladas de dióxido de carbono (CO2). La ganadera acreditó esta captura y se la vendió a la gigante estadounidense Microsoft, cuya casa matriz se ubica en el estado de Washington, en cerca de 400.000 dólares.
Pregunta: ¿este aporte a la reducción de gases de efecto invernadero (GEI), se lo anotamos a la empresa australiana que los generó o a la estadounidense que los compró?
Bienvenidos al mundo de los mercados de carbono, los cuales surgieron en el Protocolo de Tokio con el afán de reducir las emisiones de GEI a través de la compra y venta de bonos que representan toneladas mitigadas y/o capturadas de CO2.
Los mercados
Existen dos tipos de mercados de carbono: Regulado y Voluntario. El mercado regulado es utilizado por los países y las empresas que deben rendir cuentas de sus emisiones de GEI. El voluntario lo usan las empresas que buscan aportar en la responsabilidad social y, de paso, mejorar su reputación en el ámbito medioambiental.
¿Cómo se hace? A través de los bonos de carbono que se convierten en Certificados de Emisiones Reducidas (CER). Un CER equivale a una tonelada de CO2 que se deja de emitir o que se captura de la atmosfera más allá de lo que se hubiera hecho de todas maneras con las acciones habituales. Es decir, se trata de una captura o una no emisión extra que se puede comercializar.
'Estrellita en la bitácora'
Nada es sencillo en este mundo, menos, en el de los mercados. En este caso, uno de los tantos inconvenientes se relaciona con el postergado artículo 6 del Acuerdo de París; el cual busca aclarar las reglas del juego en el acto que permite, en particular a los países, comprar y vender los bonos de carbono. ¿Por qué? Porque, a qué país se le anota la reducción de gases de efecto invernadero, ¿al que lo concretó o al que invirtió?, ¿al que lo hizo o al que lo compró? Eso no está definido.
Por ejemplo, en el caso con que comenzamos este artículo, ¿a quién se le anota la reducción de CO2? ¿La ‘estrellita en la bitácora’ va para Australia, el país en dónde se concretó el acto, o para Estados Unidos, el país de origen de la empresa que compró esa captura? ¿O va para ambos? En este último caso caeríamos en un engañoso ‘doble conteo’, es decir, que tanto el comprador como el vendedor se adueñen de la reducción. Suena poco sensato. Aunque en el mundo de los grandes acuerdos por la supervivencia de la vida en la Tierra, ¿queda algo de sensatez?
Camino de incertidumbre
En diciembre de 1997 fue aprobado el Protocolo de Kioto (Japón), con el cual se puso en funcionamiento la Convención Marco de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Cambio Climático comprometiendo a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
1997 promedió 363,88 partes por millón (ppm) de CO2 en la atmósfera
El Protocolo de Kioto estableció en un comienzo objetivos vinculantes de reducción de las emisiones para 36 países industrializados y la Unión Europea (UE). El objetivo suponía una reducción media de las emisiones del 5% en comparación con los niveles de 1990 en el quinquenio 2008-2012. Recién en febrero de 2005 el acuerdo entró en vigor.
2005 promedió 379,98 ppm de CO2 en la atmósfera
Los objetivos acordados para la primera etapa nunca se cumplieron. Entonces en diciembre de 2012 se adosó la Enmienda de Doha (Qatar) al Protocolo de Kioto para un segundo período (2013-2020), en el que los países involucrados se comprometieron a reducir las emisiones de GEI un 18% con respecto a los niveles de 1990.
2012 promedió 394,06 ppm de CO2 en la atmósfera
La Enmienda de Doha (COP18) fue ratificada por los firmantes recién en octubre de 2020, es decir, a sólo tres meses de finalizar su vigencia.
2020 promedió 414,24 ppm de CO2 en la atmósfera
La ONU no se rinde y busca un tercer periodo para el Protocolo de Kioto que abarcaría desde 2021 a 2031, el cual se uniría a los esfuerzos del Acuerdo de París. Para ello la esperanza está cifrada en la Cumbre del Clima (COP26) de noviembre 2021 en Glasgow, Escocia.
El 3 de abril de 2021 se alcanzó el récord diario de CO2 en la historia de la humanidad con 421,21 ppm en la atmósfera
¿Se conseguirá una nueva extensión del Protocolo de Kioto? De lograrse, ¿entrará en vigor antes que finalice su periodo? ¿Será suficiente? ¿Estamos a tiempo? Son más las dudas que las certezas.