Venus: vivir en las nubes
Para quien alguna vez sonó con una casa en las nubes, puede ser que un día esto se convierta en realidad. Y en un lugar no tan distante a la Tierra.
Venus alberga unos cuantos misterios pero, actualmente, los más sobresalientes residen en su espesa y reflectante capa de nubes. La nubosidad venusiana se forma por complejas reacciones químicas que combinan dióxido de azufre y vapor de agua. En la superficie del planeta las condiciones son muy hostiles, al punto de destruir en cuestión de minutos el plomo, estaño o zinc.
En las últimas décadas, las agencias espaciales estadounidenses y soviéticas han llevado a cabo misiones para explorar Venus, pero ninguna de sus naves ha aguantado en su corteza rocosa más de dos horas. Sin embargo, a unos 50 kilómetros sobre la superficie, la atmósfera podría ser habitable. El científico norteamericano Geoffrey Landis, experto en exploración planetaria de la NASA, considera que en el nivel por sobre las nubes debe ser “un planeta paradisíaco”.
En los años 60, el astrónomo y astrofísico Carl Sagan sugirió que la vida alienígena podría estar escondida en las nubes de Venus. Unas décadas más tarde los científicos observaron unas misteriosas masas oscuras capaces de absorber grandes cantidades de radiación solar UV, que podrían servir como combustible para la vida. A partir de observaciones recientes, se cree que las partículas que conforman estas manchas podrían parecerse a los microorganismos que habitan nuestra atmósfera. En el nivel superior de las nubes, todo apunta a que las temperaturas son similares a las que podemos encontrar en la Tierra y que, además, la presión atmosférica es soportable.
Para la nubosidad venusiana no le va ni le viene caso se confirmen estas teorías sobre enormes colonias de bacterias que tendrían una vida realmente ajetreada en ellas. Si algo se destaca en este enmarañado de nubes: la increíble a la que se desplazan. En el año 1984 las sondas espaciales soviéticas Vega I y II, justo antes de descomponerse, estimaron que viajaban a una velocidad de al menos 250 kilómetros por hora.
Hace alrededor de 4 mil millones de años, tanto Venus como la Tierra eran mundos oceánicos. Después el agua venusiana empezó a evaporarse y esto produjo un drástico aumento de los gases que atrapan calor en la atmósfera. Así se inició un efecto invernadero muy agresivo que derivó en la atmósfera más caliente del sistema solar, con un promedio de temperaturas de 464 ºC en su superficie. Ahora se trata de un planeta esquelético con niveles de dióxido de carbono cientos de veces más altos que los disponibles en la Tierra.