¿Qué impulsa a las aves a migrar durante el cambio de estación?
Las aves migran según los cambios estacionales, por lo que las migraciones generalmente ocurren en otoño y primavera. Sin embargo, los tiempos dentro de estas estaciones pueden cambiar mucho de una especie a otra y dependen de numerosos factores.
La migración de las aves ha sido un tema que siempre ha fascinado al ser humano, desde los albores de los tiempos. La aparición y desaparición de diversas especies, según la estación, ha alimentado diversas teorías.
Según Aristóteles, al final del verano las golondrinas se posaban sobre los juncos y mágicamente se transformaban en ranas. Increíblemente, esta hipótesis siguió siendo válida hasta el siglo XVIII. Otros, sin embargo, al notar la desaparición estacional ligada al frío del invierno, creyeron que se estaban preparando para la hibernación.
Para algunos pueblos, las aves eran capaces de migrar al espacio, llegando a la luna y otros planetas. Hoy, gracias a tecnologías y estudios cada vez más precisos, hemos logrado comprender cuál es realmente el fenómeno de la migración, desmintiendo las extrañas teorías del pasado.
¿Qué sabemos sobre la migración?
Dejemos claro de inmediato que la migración no es un simple movimiento de larga distancia, sino un fenómeno preciso y regular que se repite estacionalmente. Las aves migratorias son verdaderos viajeros, desplazándose cíclicamente entre dos zonas, las de reproducción, al norte, y las de invernada, más al sur.
En primavera se dirigen al norte para anidar, en otoño se desplazan al sur para pasar el invierno en lugares con climas más cálidos y acogedores. Ocurre periódicamente cada año, con flujos migratorios de ida y vuelta definidos.
En términos generales, las migraciones son una respuesta adaptativa a los cambios estacionales que influyen en la disponibilidad de recursos. Las aves se ven obligadas a migrar, ya que se trasladan de áreas que se vuelven inhóspitas para ellas, sin alimentos ni recursos, a otras áreas que les permitan sobrevivir con mayor probabilidad a pesar de los peligros del viaje.
En realidad, la migración no es un fenómeno estático e inmutable en el tiempo, puede cambiar mucho en respuesta a cambios ambientales tanto entre especies como dentro de diferentes poblaciones de una misma especie, y varía de una región a otra.
Casi más del 60% de las aves que se reproducen en el norte de Europa son migratorias. Estos elevados porcentajes están claramente relacionados con la fuerte estacionalidad de estas regiones.
En función de la distancia que recorren las aves, se dividen en dos grandes categorías: migratorias completas, aquellas en las que migran todos los individuos de esa especie, como las golondrinas (Hirundo rustica) o los abejarucos (Merops apiaster), y las migratorias parciales, aquellas aves en las que algunas poblaciones migran y otras son sedentarias, como ocurre con los mirlos (Turdus merula) y los petirrojos (Erithacus rubecula).
¿Cuándo comienza la migración?
Las aves migran según los cambios estacionales, por lo que las migraciones generalmente ocurren en otoño y primavera. Sin embargo, los tiempos dentro de estas estaciones pueden cambiar mucho de una especie a otra, y dependen de numerosos factores como la distancia a los lugares de invernada, la velocidad del movimiento, la ruta a tomar, los cambios climáticos y la disponibilidad de alimento.
Quienes tienen que viajar largas distancias también son los que tardan más, por lo que la mayoría de los migrantes de larga distancia, están entre los primeros en irse y también entre los últimos en llegar.
Quienes pasan el invierno más allá del desierto del Sahara, por ejemplo, como las oropéndolas (Oriolus oriolus) o las abubillas (Upupa epops), suelen abandonar las zonas de nidificación ya a finales del verano boreal, entre agosto y septiembre, para luego reaparecer en nuestros bosques a finales de primavera, entre abril y junio.
Sin embargo, los migrantes de baja estatura, como el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) y el petirrojo, migran más tarde. Tienen menos terreno que recorrer y suelen marcharse en otoño, para luego ser los primeros en reaparecer en los barrios de nidificación entre finales del invierno y principios de primavera.
Digamos que todos los pájaros saben exactamente cuándo es el momento de partir. La variación en la alternancia de horas de luz u oscuridad a lo largo del día suele ser la principal señal de alarma. Cuando llega el momento de la salida, los migrantes entran en un estado de inquietud migratoria llamado zugunruhe.
Cuando el frenesí migratorio aumenta, un poco como nos pasa a nosotros, cuando nos damos cuenta de que no tenemos las maletas listas, dos horas antes de la salida, las aves entran en un estado de agitación, escrito en sus genes, que las empuja a prepararse para la llegada del viaje. En esta fase las aves empiezan a comer cada vez más, a acumular grasa que les ayudará a afrontar la migración de la mejor forma posible.
¿A dónde van las aves migratorias?
La mayoría de las aves migratorias se mueven en dirección norte-sur. Cuando llega el invierno a Europa, la mayoría de especies se desplazan hacia el África subsahariana, pero hay muchas otras que también pueden desplazarse de Este a Oeste, muchas veces hacia Oriente Medio. Hay especies que realizan movimientos más cortos, desplazándose desde aguas arriba hacia la llanura.
En estos casos hablamos de migraciones verticales, e involucran por ejemplo a todas aquellas especies que viven en la alta montaña y bajan al valle, como los petirrojos y los colirrojos.
Gracias a las tecnologías y a la técnica del timbre, hoy por fin empezamos a entender adónde van exactamente los inmigrantes. El anillamiento de aves con fines científicos es una técnica de estudio que consiste en la captura y marcaje individual de aves a través de un anillo aplicado en la pata en el que se imprime un código alfanumérico único, un poco como la matrícula de un coche.
Gracias a ello, hoy sabemos que la mayoría de golondrinas europeas invernan en una zona muy pequeña de Nigeria llamada Ebbaken, donde se han recapturado muchas aves con anillos europeos. O que muchos migrantes utilizan las pequeñas islas del mar como lugares de descanso durante sus largos viajes.
Estas pequeñas franjas de tierra en medio del mar son auténticas estaciones de servicio donde descansar, recargar pilas y volver a emprender el camino. Muchas de estas islas se encuentran alrededor de Italia.
Pero se han realizado descubrimientos verdaderamente excepcionales utilizando datos de GPS. Por ejemplo, el GPS nos ha ayudado a comprender que muchos inmigrantes siguen las costas y aprovechan los estrechos, como el Bósforo, el de Mesina y el de Gibraltar, para desplazarse, acortando el tiempo y arriesgándose menos que un cruce directo sobre el mar.