¿Qué se investiga en Antártica? Campañas científicas de verano buscan respuestas sobre cambio climático y contaminación

La Expedición Científica Antártica (ECA), organizada cada verano por INACH, facilita la realización de 29 proyectos de distintas instituciones, a los que se suman los que llegan a través de cruceros científicos.

El verano permite que más científicos puedan desarrollar investigación en la Antártica. Imagen: Juan Höfer.
El verano permite que más científicos puedan desarrollar investigación en la Antártica. Imagen: Juan Höfer.

El verano en la península antártica hace más habitual los días en que las temperaturas alcanzan entre los 0 y los 5 ºC. Aunque es posible que la mínima igualmente baje de cero grados, las mejores condiciones hacen posible que más científicos puedan desarrollar su investigación durante esta temporada.

El Instituto Antártico Chileno (Inach) organiza cada año la Expedición Científica Antártica (ECA), su versión 61 comenzó en noviembre de 2024 y hasta marzo permitirá que 29 equipos realicen investigación desde las bases Escudero, Yelcho y O’Higgins, la Estación Científica Conjunta Glaciar Unión, la lancha RS Karpuj, el buque Betanzos y otros campamentos. A ellos se suman cruceros como el del buque “Falkor (too)” del Schmidt Ocean Institute (SOI).

Entre otros temas, se continuará el monitoreo del virus de la gripe aviar en la península antártica, se estudiará la posibilidad de instalar uno de los telescopios del proyecto Event Horizon Telescope, que realiza detecciones de agujeros negros desde la Tierra, gracias a la interferometría, así como el impacto del cambio climático, el monitoreo de hábitats y el impacto de la presencia humana en el continente, entre otros.

El mercurio en las ballenas

El investigador Gustavo Chiang, del Centro de Resiliencia, Adaptación y Mitigación de la Universidad Mayor, en Temuco, lidera una investigación centrada en la acumulación de mercurio y sus efectos en las redes alimentarias de las ballenas barbadas de las Islas Shetland del Sur y la península antártica (proyecto RT32_22).

Los datos sobre las ballenas barbadas son tomados a través de fotografías y biopsias. Imagen: Irene Peña.
Los datos sobre las ballenas barbadas son tomados a través de fotografías y biopsias. Imagen: Irene Peña.

“El mercurio es uno de los 10 elementos de mayor preocupación para la salud humana y de la vida silvestre, porque causa problemas en el sistema neurológico, el desarrollo de disrupción endocrina y problemas de embarazo en mamíferos, principalmente. Lo que nosotros estamos haciendo es, justamente, ver cómo el paisaje o variables del ecosistema pueden estar influyendo en la liberación de mercurio y en la captación de mercurio por el fitoplancton y el zooplancton, que son el alimento de las ballenas, y cómo las ballenas puede estar incorporando mercurio en su cuerpo”, explica el investigador.

Esta campaña la han desarrollado en la isla Rey Jorge y sus datos serán comparados con los que el próximo año recopilen en la zona más continental, en los fiordos de la Antártica. Están tomando tanto fotografías aéreas con drones, como biopsias para determinar el contenido de mercurio que tienen las ballenas en su piel y en su grasa.

Fotografía aérea de una ballena barbada en las Islas Shetland del Sur. Imagen: Luis Aguilar.
Fotografía aérea de una ballena barbada en las Islas Shetland del Sur. Imagen: Luis Aguilar.

“Al mismo tiempo, estamos evaluando cómo se transfiere el mercurio desde el plancton al krill, y de ahí a las ballenas. Todo esto va a dar una idea de cuál es el índice de salud de las estas y, como son mamíferos de larga vida, con un parecido fisiológico-metabólico a los humanos, también puede servir como un buen centinela de la salud del Océano Austral, en este caso la Antártida”, explica.

Monitoreando la dinámica de los gases y las microalgas

Juan Höfer, biólogo y oceanógrafo, académico de la Escuela de Ciencias del Mar de la Universidad Católica de Valparaíso, junto a Camila Marín y Javier Babbonney (ambos oceanógrafos), están en la Antártica desde noviembre, y a poco de regresar de su cuarto año haciendo trabajo en terreno en el continente.

Juan Höfer es uno de los investigadores que se encuentran en la Antártica haciendo diversos monitoreos. Imagen: Juan Höfer.
Juan Höfer es uno de los investigadores que se encuentran en la Antártica haciendo diversos monitoreos. Imagen: Juan Höfer.

“Estamos monitoreando las condiciones oceanográficas en bahía Fildes para ver cómo cambian durante la transición entre la primavera y el verano, un periodo donde las aguas se calientan de forma muy rápida mientras los glaciares aumentan su derretimiento”, cuenta el investigador. Los cambios estacionales hacen que las aguas de la bahía se vuelvan muy productivas, lo que causa variaciones en los intercambios de gases entre el océano y la atmósfera, como el CO2.

“En general, este año las aguas han estado mucho más frías que los años anteriores, lo que no es raro, pues los años anteriores hubo olas de calor marinas, y eso se nota en que casi hasta finales del 2024 no se calentaron las aguas y no vimos un derretimiento notable de los glaciares. Ahora eso ya ha cambiado y ha llegado el verano y con eso crecieron más las poblaciones de microalgas”, explica el investigador.

Camila Marín y Javier Babbonney, ambos oceanógrafos. Parte del equipo de la PUCV en Antártica. Imagen: Juan Höfer.
Camila Marín y Javier Babbonney, ambos oceanógrafos. Parte del equipo de la PUCV en Antártica. Imagen: Juan Höfer.

El problema, de acuerdo a Höfer, es que este año ha habido mucho viento, lo que hace que las poblaciones de microalgas no puedan crecer mucho, ya que este las desplaza a zonas más profundas, alejándolas de la luz solar que necesitan para hacer fotosíntesis.

“Tal y como va enero, parece que este verano no se dará una gran floración de microalgas en la bahía y eso es importante, pues cuando se dan esas floraciones la bahía se convierte en un importante sumidero de CO2 que pasa desde la atmósfera hacia el océano”, sostiene.

El impacto de la presencia humana en el continente

Paulina Bahamonde, directora del Centro para la Resiliencia, Adaptación y Mitigación de la Universidad Mayor, en Temuco, y directora alterna del Núcleo Milenio de Salmónidos Invasores Australes (Invasal), está estudiando el efecto de las aguas residuales (o servidas) de las bases científicas y militares instaladas en bahía Fildes, en la isla Rey Jorge.

El estudio Fondecyt 1230485 "Consecuencias de la disrupción endocrina de productos farmacéuticos y de cuidado personal en harpagifer antarcticus" es liderado por Paulina Bahamonde. Imagen: Paulina Bahamonde.
El estudio Fondecyt 1230485: "Consecuencias de la disrupción endocrina de productos farmacéuticos y de cuidado personal en harpagifer antarcticus" es liderado por Paulina Bahamonde. Imagen: Paulina Bahamonde.

“Lo que hago es estudiar la salud de un pequeño pez antártico (Harpagifer antarcticus), un pez intermareal que se encuentra en toda esta zona”, cuenta. Están recolectando muestras en cinco estaciones de monitoreo, correspondientes a la base Great Wall (China), base Escudero (Chile), base Artigas (Uruguay), además de dos sitios control cercanos a los glaciares Collins y Nelson.

“En todas esas bases recolectamos este pez para ver los efectos de estos contaminantes emergentes, llamados PPCP (por sus siglas en inglés, productos farmacéuticos y de cuidado personal), que tienen la capacidad de poder interferir con el correcto funcionamiento del sistema endocrino de los individuos que habitan en esta zona y, por lo tanto, tienen efectos a nivel del desarrollo y reproducción de harpagifer”, indica la investigadora.

La investigadora Paulina Bahamonde (al centro) en terreno. Imagen: Paulina Bahamonde.
La investigadora Paulina Bahamonde (al centro) en terreno. Imagen: Paulina Bahamonde.

La especie fue elegida, ya que su hábitat es muy pequeño y no migra, por lo que puede utilizarse bioindicador de la salud del ecosistema. “Nos estamos asegurando que es una especie que está expuesta a este tipo de contaminantes durante su ciclo de vida, porque generalmente estos contaminantes emergentes, que son disruptores endocrinos, no tienen un efecto agudo, sino crónico, se va desarrollando por largas exposiciones a este tipo de contaminación”, enfatiza.

Un mapa detallado del fondo marino

Entre otros investigadores/as en la Antártica, desde la Universidad Andrés Bello (Viña del Mar), el académico de Geología, Francisco Fernandoy y su equipo estuvieron tomando muestras para realizar una perspectiva histórica del aumento de la temperatura de la península antártica, con el fin de comprender los cambios en los procesos de circulación atmosférica de los últimos cien años en el norte de la península.

Para lograrlo se analizarán muestras de testigos de hielo, que contienen la acumulación de precipitaciones del periodo y permiten reconstruir las condiciones del clima del pasado.

Desde un buque, Cristian Rodrigo, oceanógrafo y docente de la Facultad de Ingeniería, es parte de los investigadores a bordo del “Falkor (too)” del Schmidt Ocean Institute (SOI), que realiza una expedición al mar de Bellinghausen, al oeste de la península Antártica.

Durante el recorrido crearán mapas de alta resolución del fondo marino, a través del vehículo submarino de operación remota “ROV SuBastian”, avanzarán en la investigación sobre la dinámica del derretimiento de la capa de hielo, su impacto en el clima de la Tierra y la biodiversidad de la Antártica.