¿Un chileno fue dueño de la Luna? Conoce la historia de Jenaro Gajardo Vera y por qué no se volverá a repetir
El año 1954 el abogado llegó al Conservador de Bienes Raíces de Talca para inscribir a su nombre el satélite natural de la Tierra, convirtiéndose en un lunático personaje de la historia popular chilena y mundial.
¿Qué estarías dispuesto a hacer con el fin de entrar al Club Social de tu barrio o ciudad? Probablemente solo pagar una membresía sería suficiente, pero el caso del abogado y poeta Jenaro Gajardo es de otro planeta (u otro satélite).
Corría el año 1954 y en lo que él llamó un “acto poético de protesta”, inscribió la Luna a su nombre ¿Pero qué lo llevó a hacer tamaña locura? El rechazo para entrar al Club Talca.
Al no cumplir con el requisito y molesto por el rechazo, fue literalmente iluminado por la luz de la luna cuando se sentó en una plaza y miró al cielo nocturno. “Qué curioso, me dije, el satélite pertenece a la Tierra, tiene dimensiones y nadie lo ha inscrito a su nombre", declaró el poeta en alguno de sus encuentros con la prensa de la época.
Gajardo, solicitamos permiso para alunizar
Lo siguiente podría ser verdad o no, pero no deja de ser una gran anécdota. Según contó el abogado Jenaro Gajardo a Don Francisco en su programa “Sábado Gigante”, recibió una “solicitud” de permiso para que los astronautas de la misión Apolo 11 pudieran alunizar.
"En ese tiempo nunca pensé que un hombre llegaría a la Luna tan pronto, pensé que no llegaríamos antes del año 2000", sostuvo Gajardo en 1969 en registros de la época.
Una historia irrepetible gracias al Tratado del Espacio Exterior
Aunque, en teoría, Don Jenaro fue dueño de la luna por más de 43 años, en la antesala de su muerte el año 1998 la “cedió” a la humanidad, declarando en su testamento que “dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas".
Al alero de estos delirios lunares, en 1967 las Naciones Unidas se vieron en la necesidad de publicar una serie de Tratados Internacionales sobre el Espacio Ultraterrestre, conocido también como “Tratado del Espacio Exterior”.
Algunos de sus puntos más interesantes son:
- Prohibición de apropiación nacional estableciendo que el espacio ultraterrestre, incluyendo la Luna y otros cuerpos celestes, no puede ser objeto de apropiación nacional por ningún medio, ya sea mediante ocupación, declaración de soberanía, o de otra manera.
- Uso pacífico, donde se aclara que el espacio exterior se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Los estados se comprometen a no colocar armas nucleares ni otras armas de destrucción masiva en órbita o en cuerpos celestes, y tampoco establecer bases militares en la Luna u otros cuerpos celestes.
- Libertad de exploración, donde todos los estados tienen derecho a explorar el espacio exterior, y las actividades en el espacio deben ser para beneficio de todos los países.
- Responsabilidad internacional, en la que los estados son responsables de las actividades espaciales que llevan a cabo, tanto nacionales como privadas. Además, los estados deben evitar contaminar el espacio y la Luna, y están sujetos a la jurisdicción internacional por daños causados por sus objetos espaciales.
Real o no, la historia de Jenaro Gajardo, el “primer dueño” de la Luna, resulta curiosa y hasta poética, tal como él quiso que fuera. Lo que sí es real es que la exploración espacial ha permitido que el conocimiento sobre nuestro Universo sea patrimonio de la humanidad y no solo de una persona (lo sentimos Don Jenaro, donde quiera que esté).
Así, tratados como el establecido por las Naciones Unidas se convierten en la piedra angular que guía nuestras incursiones en el cosmos, fomentando la cooperación y preservando un entorno espacial pacífico y compartido.