Un talón ancestral: Lucy revela la clave sobre la evolución del trote humano

Un nuevo estudio revela que la famosa Australopithecus afarensis no era una corredora veloz debido a limitaciones en su anatomía, especialmente en el tendón de Aquiles y los músculos de la pantorrilla

Lucy
A diferencia de los humanos, Lucy presentaba una estructura distinta que limitaba su capacidad de impulso y velocidad.

Hace más de tres millones de años, un pequeño homínido caminaba por lo que hoy es África Oriental. Lucy, como la conocemos, era capaz de caminar erguida, un hito evolutivo crucial para la humanidad.

Pero, ¿qué sabemos realmente sobre su forma de moverse? Una nueva investigación ha desvelado un secreto sorprendente sobre la capacidad de Lucy para correr.

Resulta que, a pesar de su fama, nuestra querida Lucy no era precisamente una atleta de élite. Y un dato curioso: su lentitud podría haber allanado el camino para el desarrollo de las habilidades de resistencia que nos caracterizan hoy.

Un tendón de Aquiles que la frenó

¿Imaginas correr una maratón con unas zapatillas que no amortiguan el impacto? Pues algo similar le ocurría a Lucy.

El estudio de la Universidad de Liverpool, Inglaterra, publicado en la revista Current Biology, revela que la famosa Australopithecus afarensis, tenía un tendón de Aquiles menos desarrollado que los humanos modernos.

Este tendón, crucial para almacenar y liberar energía al correr, en su caso era más rígido y menos eficiente. Esto limitaba su capacidad para trotar a alta velocidad, situándola en un rango máximo de 18 km/h.

Era como intentar saltar con un resorte demasiado débil. Esta limitación anatómica la convertía en una corredora lenta e ineficiente en comparación con los humanos modernos.

Menos velocidad, más energía

Correr para Lucy era como intentar escalar una montaña sin oxígeno. Las simulaciones por computadora realizadas en esta investigación revelaron que, para alcanzar la misma velocidad que un humano actual, Lucy debía gastar una cantidad de energía mucho mayor.

Atletas
El análisis concluye que, a pesar de ser bípeda, Lucy consumía entre 1.7 y 2.9 veces más energía que un humano moderno al correr.

Los investigadores sugieren que esta ineficiencia energética podría haber influido en su estilo de vida.

En lugar de depender de la velocidad, Lucy probablemente recurría a estrategias más pausadas y cautelosas para evitar depredadores o buscar alimento.

Este hallazgo también subraya cómo los cambios en la anatomía, como piernas más largas y un tendón más elástico, jugaron un papel crucial en la capacidad de los homínidos para conquistar diversos hábitats.

Un cuerpo pensado para el trepado

Las proporciones corporales de Lucy nos cuentan una historia fascinante. Sus brazos largos y su torso robusto sugieren que pasar tiempo en los árboles seguía siendo una actividad importante para su especie.

Esto contrastaba con los homínidos posteriores, cuyos cuerpos más esbeltos estaban optimizados para la locomoción terrestre.

Lucy era una trepadora eficiente y una caminante decente, pero no estaba diseñada para ser una corredora de fondo,” señala el estudio.

Esta combinación de habilidades puede haberle permitido explotar recursos tanto en tierra como en árboles, aumentando sus posibilidades de supervivencia.

Al comparar a Lucy con un humano moderno, se hace evidente cómo pequeños cambios anatómicos, como un acortamiento de los brazos y un alargamiento de las piernas, marcaron el inicio de una transición evolutiva que culminaría en nuestra capacidad para recorrer grandes distancias.

La evolución del corredor humano

La capacidad de correr a grandes velocidades es una característica que hoy nos parece muy cotidiana. Pero, ¿cuándo y cómo evolucionó esta habilidad? El caso de Lucy nos muestra que la carrera de alta velocidad no era una característica presente en nuestros ancestros más remotos.

Evolución trote humano
Fue a lo largo de millones de años que nuestros cuerpos se adaptaron gradualmente para convertirnos en los maratonianos naturales que somos hoy.

El tendón de Aquiles y los músculos de la pantorrilla han sido piezas clave en la transformación de los homínidos en corredores eficientes.

Este estudio destaca que estas estructuras no solo incrementaron la velocidad, sino que también optimizaron el gasto energético, permitiendo correr largas distancias con menos esfuerzo.

En este contexto, el Homo erectus, nuestro ancestro de hace unos 2 millones de años, marcó el verdadero salto hacia la resistencia. La capacidad de correr durante horas no solo facilitó la caza, sino que también posibilitó la migración a nuevas áreas en busca de alimento y refugio.

El caso de Lucy nos demuestra que la evolución no es una carrera de obstáculos, sino un maratón en el que cada especie desarrolla sus propias estrategias para sobrevivir. Y aunque Lucy no fuera la corredora más rápida, su legado como una de las pioneras en caminar sobre dos piernas sigue inspirándonos.

Fuentes y referencias de la noticia

- Bates K., et all. Running performance in Australopithecus afarensis. Current Biology. (2024).

- Livescience. Early human ancestor 'Lucy' was a bad runner, and this one tendon could explain why. Publicado en la sección de arqueología de la revista digital LiveScience. (2024).